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Currárselo

Desde siempre, el concepto «currarse» los vídeos se ha considerado un valor positivo, algo que distingue a los Youtubers que «se lo merecen» de los que no, algo intrínsecamente bueno y necesario.

 

Siento discrepar. Como ya he dicho en otras ocasiones ni el esfuerzo ni las horas dedicadas ni ningún otro valor abstracto sirven, en la práctica, para evaluar el éxito de un vídeo. Quizás sí la calidad o el talento, pero nunca el éxito. El vídeo más visto de mi canal dura 53 segundos y lo hice en media hora. Menos de una semana después de su publicación, el vídeo de «Tú antes molabas» amenaza con robarle el primer puesto. De nuevo, 27 segundos de vídeo. La edición me llevó 5 minutos.

 

¿Cómo se explica que tras casi 450 vídeos, tras horas y horas de edición, tras rascar en lo más hondo de mi creatividad para sacar ideas novedosas tras divertidas, tras un proceso de autoexigencia que ha dejado varios vídeos sin publicar… de repente estos dos vídeos cortos, realizados sin apenas esfuerzo, triunfen en mi canal?

 

Pues porque a la gente le da igual. La gente quiere entretenerse, la gente quiere divertirse, la gente quiere sonreír. Si un vídeo te saca una sonrisa, te gusta. Te da igual el trabajo que haya detrás. Si un vídeo da en el clavo (por el momento de publicación, por el tipo de contenido, por conseguir llamar la atención, por la polémica que genera), da en el clavo, sin más. ¿Es eso malo? ¿Es injusto? No, para nada. Como creadores de contenido, los Youtubers siempre buscamos publicar un contenido que llegue a la gente, que les despierte algún sentimiento, que les genere una sensación. La forma de conseguirlo puede tener un valor artístico en si mismo, pero no es más que un medio para conseguir un fin.

 

¿En qué mierda de sociedad vivimos que valora más un vídeo de dos ingleses haciendo el chorras que no uno editado, guionado, original, etc.? Pues en una sociedad lógica. Si creas un vídeo que puede entender todo el mundo, que es corto, que es divertido, que te sorprende porque parece no tener lógica, con un título que llama la atención… BOOOM, triunfas.

 

Yo no veo nada malo en todo esto. No me enfado porque tal o cual (persona, canal, vídeo, juego en concreto) tengan más visitas que yo. Es como es, cada uno debe aspirar a los objetivos que se marca y que son asequibles para el tipo de contenido que crea.

 

La conclusión más importante de todo esto, en mi opinión, es que Youtube es una democracia, con sus virtudes y sus defectos, comandada por una mayoría. Y las mayorías, por definición, no son elitistas, ni exquisitas, ni particularmente sensibles. Así que quizás toque redefinir nuestro concepto de éxito cuando valoremos los vídeos que vemos y que subimos. Ah, y si algo no te gusta, ¡no lo mires! Ese es tu «derecho a voto» en Youtube.

Sensatez, empuje y cojones

Estos últimos días se ha hecho muy famosa la exclamación catalana «Seny, pit i collons», como muestra de ánimo para el entrenador del FC Barcelona Tito Vilanova, que ha recaído de su enfermedad. Esta frase, usada por el técnico azulgrana a menudo, según ha trascendido, identifica una forma de entender la vida y de hacer las cosas. Pero… ¿qué significa? ¿De dónde viene?

 

Existe la leyenda urbana de que la palabra «seny» es algo tan especial, tan único y tan representativo de la mentalidad de los catalanes que no tiene traducción. Bueno, sensatez sería una buena traducción. En mi opinión, no hay ningún matiz en la palabra «seny» que no esté también en «sensatez».

 

«Pit» significa literalmente «pecho». Pero traducirlo tal cual sería un error. Esta expresión viene del mundo casteller. Basta con ver una foto de una de estas torres humanas para comprender que, por pura física, todo el peso de la torre (unos 400-500 kilos en cada columna) se reparte en dirección contraria al centro de la torre cuando llega a tierra. Para contrarrestar eso, los miembros de la pinya (la base del castillo) deben empujar hacia el centro de la torre para que el castillo no se hunda. Eso se hace no con las manos, sino con el pecho. Es decir, pecho contra espalda. De ahí viene la expresión de pedir y dar «pit», que suele necesitarse más, a medida que se acerca el momento de la culminación del castillo y, especialmente, cuando la construcción flaquea. Es, por lo tanto, una expresión que transmite empuje, trabajo en equipo, esfuerzo colectivo para superar una adversidad. Aunque, evidentemente, no tiene una traducción perfecta, yo diría «empuje».

 

Poco hay que decir sobre las gónadas. «Collons» son cojones y significan lo mismo en ambos idiomas. Valentía, bravura, un poco de inconsciencia… Esta es la más fácil de traducir. En resumen, el mensaje «Seny, pit i collons» apela a hacer las cosas con cabeza, con sentido común, pero sin amedrentarse en los malos momentos y sin ser demasiado precavido. Un equilibrio muy necesario en el mundo de los castellers, pero un lema también aplicable a muchos otros ámbitos de la vida.

Somos así

No voy a hablar del control de las armas en Estados Unidos porque a) ya se ha hablado demasiado de ese tema b) no es mi problema c) cada país es como quiere ser, no como quieren que sea otros países.

 

En Estados Unidos creen que es un derecho irrenunciable tener un arma para defenderse. Y no contemplan otra forma de sentirse seguros que no sea con un arma en las manos. Quitársela sería mermar su libertad y su capacidad de defensa. Así son, así quieren ser. Y de esto va este blog: ¿cómo quieres ser?

 

Cada país tiene una personalidad, una cultura que acarrea sus virtudes y sus defectos, una historia y unas creencias. Eso es lo que le hace ser lo que es. ¿Se puede cambiar eso? Sí, se puede. Los países evolucionan, a menudo a mejor, y cambian con los años. A veces por voluntad propia y a veces obligados por la mezcla con otras culturas que llegan a su territorio.

 

Me preguntaba si se puede cambiar. Sí, pero la clave es quererlo. Hasta que en Estados Unidos no haya la conciencia general de que las armas son un problema y de que teniendo menos y menor acceso a ellas les iría mejor, nada cambiará. Si tu creencia es fuerte (y esta claramente lo es), ya pueden morir 1.000 niños al año tiroteados, que nada cambiará. Es un precio que están dispuestos a pagar.

 

Y lo mismo con nosotros. ¿Cuántas veces habéis escuchado lo de «España es así»? Como excusa, claro. Tenemos virtudes y defectos como sociedad, pero darlos por sentados y rendirnos a los problemas que conllevan me parece una actitud conformista de la que no quiero formar parte. Somos tramposillos, vaguetes, envidiosos y un poco provincianos. Pero podemos cambiar, sólo necesitamos quererlo. Lo que no vale es quejarse y luego perpetuar el estereotipo, igual que no vale decir que ojalá el loco de Newtown no hubiera matado a nadie, pero yo quiero mi arma en mi armario, por si acaso.

 

Tenemos encima el peso casi paralizador de la tradición y la historia, pero aún así podemos caminar hacia un sitio distinto. Sólo tenemos que querer. No seamos, además de los epítetos anteriores, también quejicas e inconformistas.

Santiago Cervera y yo

Esta semana ha dimitido como diputado el popular Santiago Cervera, tras ser detenido e interrogado por un presunto chantaje. Ahora más que nunca me apetece contar mi historia (breve, modesta, quizás anecdótica) con él.

 

Empecé a seguirle hará unos meses en Twitter por dos motivos. El primero es que alguien lo mencionó en algún reportaje de algún dominical como ejemplo de político que usaba (bien) las redes sociales. Y el segundo es que apenas comparto nada de su ideología política.

 

Puede sonar raro, pero sé que seguir (y escuchar) sólo a quien piensa como tú no puede llevar a nada bueno. Partiendo de la base de que es imposible tener la razón al 100%, la única forma de darte cuenta de tus errores y rectificar es escuchar a quien piensa diferente. Por eso sigo y escucho a gente que piensa distinto, para poner a prueba mis convicciones cada día.

 

Y por eso empecé a seguir a Santiago Cervera. El primer mini debate fue sobre el peso que debe tener el Estado. Él, más bien liberal; yo, más bien lo contrario. Después hablamos de IVA, de insultos, de televisión e incluso de Javier Bardem. De si su personaje fuera de las pantallas enturbia su talento como actor. Él decía que sí, yo que no.

 

No me arrepiento de seguirle, todo lo contrario. Me pareció alguien cercano, atento a las menciones y capaz de defender su posición con educación (o de rectificar cuando no era así). Por eso, tras el vergonzoso episodio de la señorita Fabra y su célebre «que se jodan», me animé a escribirle la carta/email que reproduzco íntegro a continuación (es prescindible para el artículo, aunque creo que tiene su interés):

 

Apreciado Santiago,

Mi nombre es Roc Massaguer, aunque mi alias en Internet es Outconsumer. Nos hemos cruzado algunos tweets y te sigo desde hace tiempo, aunque (o quizás precisamente porque) no comulgo con muchas de tus ideas ni con las de tu partido. Me dispongo a escribirte este texto porque tengo confianza en las personas aunque a ratos siento que la he perdido toda en los políticos. Tengo la certeza de que leerás este texto y por eso siento que, aparte de poder expresar mi opinión, podría quizás servir de algo.
No puedo hablar en nombre de nadie, no me gusta hacerlo ni apropiarme de los sentimientos de ninguna mayoría. Por eso no me gusta ir a manifestaciones en las que los matices de mi opinión se diluyen entre cánticos generalistas. Por eso hablaré por mí, con la esperanza de que mis pensamientos no sean aislados.
He perdido la fe en los políticos y en la política. Desde niño he tenido claro que no debe haber poder mayor que el del Gobierno democrático de un Estado, ya que son los representantes de la voluntad del pueblo y esa es la base de la democracia. Los políticos nos representais y por eso debéis dar la mejor imagen de nosotros; e incluso mejorarla, debéis ser elegidos entre los mejores, para ser capaces de trasladar nuestras voluntades a la realidad, de forma efectiva, sabia y, si se me permite y se puede, hasta elegante. Por eso creo que avergonzarse de los políticos es el peor síntoma que puede presentar la ciudadanía.
De un tiempo a esta parte, no vemos ese ideal. Estoy avergonzado de los políticos de mi país. No vemos políticos obsesionados con encontrar el bien común, con evitar dañar a ninguno de sus ciudadanos, ni siquiera políticos que buscan el bien del país (que no siempre es el bien de los ciudadanos). Yo veo partidos de fútbol, con partidos políticos que son como clubes (con sus fanáticos seguidores y sus vítores por la derrota del eterno enemigo), veo pequeñas victorias para el que no debería ser el objetivo (ganar las elecciones), sino una simple herramienta. Veo políticos corruptos, veo políticos sometidos a los deseos empresariales o, aún peor, compinchados con ellos, veo ladrones (convictos), veo aprovechados, veo esclavos de la disciplina de partido que ya ni piensan diferente. Veo gente que entra en política para conseguir algo y se va cuando lo consigue. Veo sonrisas cuando dan explicaciones que deberían avergonzarlos. Y lo que es peor es que lo veo en todos los partidos. Sin excepción.
Leo y escucho cada día mentiras, promesas que no se podrán cumplir o que no se querrán cumplir, veo capotes para evitar problemas a corto plazo, veo políticos cobardes que se pierden en sus intereses personales. Veo una estructura política en la que se destina más tiempo y esfuerzos a poder seguir en el cargo, que en ejercerlo. Comprendo perfectamente que cualquiera querría seguir en su puesto, que cualquiera querría estar a buenas con sus amigos, que cualquiera tendría miedo de enfrentarse a su propio partido, que cualquiera caiga en la tentación del fin justifica los medios, que cualquiera se lo pensaría ante un «regalo» envenenado. Cualquiera cometería los mismos errores que cometen muchos políticos. Pero es que no debe gobernarnos cualquiera. Deben gobernarnos los mejores, los que conviertan, insisto, nuestras voluntades en realidades, de la mejor forma posible.
No quiero ver políticos que sienten que al llegar a un cargo, se lo han ganado y es suyo. No deben tener privilegios, sólo responsabilidades. Ese cargo no es suyo, es nuestro. Es nuestro empleado y debemos exigirle el máximo. El dinero que maneja es nuestro y lo hemos puesto a disposición del beneficio común justamente para que nos ayude, no para que se despilfarre. Por favor, pensadlo cada vez que firméis una partida presupuestaria, cada vez que entréis a vuestro coche oficial, cada vez que decidáis a qué restaurante vais a ir a comer.
Ahora mismo veo una sociedad política enferma, que no deja margen de maniobra a los políticos honrados, valientes y responsables que sé que hay. Que los conozco, que los he visto. Están ahí, sólo tienen que ser mayoría e implacables con los que no lo son. Está en vuestras manos. Está en tus manos. Que se acabe la España del «qué hay de lo mío», del «te lo hago sin factura», del nosotros y ellos, del fútbol por encima de todas las cosas, del nepotismo, del «y tú más». No me vale lo de que España es diferente o España es así. España somos nosotros y nosotros podemos cambiar, si queremos. Y me gustaría pensar que queremos. Yo, desde luego, quiero. Ayúdanos. Todo eso está en vuestras manos porque nosotros nos hemos quedado sin opciones de voto y sin calles en las que manifestarnos.
Digo que tengo fe en las personas, aunque no en los políticos. Por eso apelo a la persona detrás de cada político, a la que puede entender el sentir de los ciudadanos, porque también lo es, y no verlo todo a través de la plantilla de los intereses políticos.
Agradezco enormemente tu tiempo si has llegado hasta aquí y no espero una respuesta (aunque la agradecería, por supuesto), no pretende esto ser un debate. Simplemente quiero hacerte llegar mi opinión y el motivo de mi falta de confianza en los políticos. Ojalá sirva para algo más que para desahogarme. Muchas gracias.

Me respondió el mismo día por la noche. No reproduzco aquí su respuesta porque no tengo permiso para hacerlo, aunque básicamente me decía que se había leído el texto, que le resultó muy interesante y que quería responderme debidamente. Al cabo de unos 10 días, me envió otro email pidiéndome disculpas por no haber respondido aún.

Al cabo de un par de meses, en otra interacción por Twitter volvió a mencionar el tema de la respuesta pendiente y ayer, justo después de que yo publicara esto en Twitter, me respondió de la misma guisa.

Desconozco qué hubiera hecho en un caso similar algún compañero suyo del Congreso. Nunca lo he intentado con otros políticos. Santiago Cervera siempre ha sido atento conmigo y por eso merece mi admiración.

¿Chantajista?

Así que podéis imaginaros la sorpresa cuando leo que ha sido detenido por un presunto chantaje. A estas alturas de la película y con 35 años de experiencia a mis espaldas, ya no pongo la mano en el fuego por nadie, pero igualmente me sorprendió. No puedo decir que lo conozca como persona ni como político suficientemente bien como para emitir juicios, pero sí que me sorprendió.

Explico brevemente la historia: el pasado domingo 9 de diciembre, Santiago Cervera fue detenido por la Guardia Civil (y puesto en libertad por su condición de aforado) al acudir a la hora indicada en el lugar indicado a recoger un paquete. Por lo que entendí, en el paquete realmente no había nada, puesto que era un cebo de la Guardia Civil, pero supuestamente, debía haber 25.000 euros como pago por un chantaje.

Aquí es donde se cruzan las diferentes versiones. Cervera dio la suya en su blog, explicando que un anónimo (más tarde publicó los emails en prensa) le había enviado un email emplazándole a recoger información de gran importancia sobre las triquiñuelas de CajaNavarra*. Cervera asegura que respondió que así no se hacen las cosas… pero acudió igualmente al sitio porque «le pudo la curiosidad».

La otra parte de la historia (la que cuenta por qué no había ni información ni 25.000 euros en el sobre) es que el Presidente de Caja Navarra, José Antonio Asiáin, recibió también un email anónimo amenazándole con publicar información confidencial (y perjudicial para la entidad, se entiende) si no depositaba 25.000 euros en un lugar indicado (sí, el mismo en el que pillaron a Cervera). Asiáin alertó a las autoridades, que fueron quienes crearon la trampa para intentar pillar al extorsionador. Y quien acudió a la «cita» para recoger el paquete resultó ser Santiago Cervera.

Mi opinión

En el email anterior decía que los políticos no deberían comportarse como fanáticos de un equipo de fútbol, así que intentaré no hacer yo lo mismo, ni para bien ni para mal. No tengo ninguna prueba para creerme la versión de Cervera, pero la verdad es que quiero creerlo. No porque me caiga bien y no quiera que le pase nada malo, ni porque crea que al haberme respondido un par de veces merece mi empatía. No lo considero «de los míos». Bueno, sí, porque todos los políticos, de todos los partidos políticos, deberían ser «de los míos». Esa sería una buena señal.

Quiero que su versión sea verdad como quiero que Contador no se dope; porque quiero creer en la política, quiero creer en los políticos. Quiero creer que hay gente honesta que hace las cosas correctas. Quiero creer que hay gente que no sucumbe a las tentaciones ni maneja oscuros planes maquiavélicos. Eso es lo que quiero creer.

Pero como digo, hay dudas razonables y es responsabilidad de la Justicia esclarecer los hechos. De momento, Cervera no se ha anclado a su puesto, sino que dimitió al día siguiente (para no perjudicar al partido, dijo), cosa que, en mi opinión, le honra.

¿Sirvió de algo mi email? Seguramente, no. No creo que un email pueda cambiar a nadie, pero debo reconocer que no pude controlar una pequeña sonrisa de esperanza cuando leí en su explicación en el blog la siguiente frase:

En mi labor pública siempre he tenido un comportamiento íntegro, y creo firmemente que los políticos debemos representar los mejores valores en todas nuestras actuaciones.

 

Sí, es algo obvio. Sí, no debería ni tener que mencionarse. Pero sí, es el camino a seguir. Ojalá sea un mensaje que cale y que no se quede en píxels en una pantalla. El día que nos gobiernen los mejores, mostrando lo mejor de todos nosotros, habremos ganado la guerra.
*Cervera ha sido siempre muy crítico con la gestión de CajaNavarra y ha luchado por exigir responsabilidades por todas las supuestas irregularidades realizadas en el seno de dicha caja de ahorros. Eso explica que se tratara de un cebo realmente atractivo… aunque también podría justificar el chantaje.

La «Wertgonya» y demás giros lingüísticos

El Ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, presentó un proyecto (con cierta nocturnidad y alevosía) para reformar, de nuevo, la Educación en España. El apartado más polémico y al que me quiero referir en este texto es al apartado dedicado a las lenguas en las comunidades bilingües, especialmente enfocado a Catalunya.

 

Como es un tema complejo en el que hay mucha política, muchos prejuicios, mucho desconocimiento y muchos sentimientos involucrados, intentaré ordenar y separar cada uno de los temas para una mejor comprensión de mi opinión.

 

¿Qué es la inmersión lingüística?

Se trata de la política aplicada desde los años 80 por parte de la Generalitat de Catalunya para fomentar el aprendizaje y uso del catalán en su territorio. Para hacerlo, se determinó que el catalán sería la lengua vehicular en las escuelas (públicas y concertadas) catalanas para compensar así el hecho de que muchas familias catalanas sólo hablaban castellano y casi ninguna hablaba sólo catalán.

 

Se creyó (y se sigue creyendo) que la mejor forma de conseguir que todos los niños lleguen a los 16 años sabiendo perfectamente ambas lenguas es usarla casi de forma exclusiva en los colegios. El método funciona: los niños saben castellano (o español) porque lo practican y lo escuchan en cualquier parte, a cualquier hora (también en el colegio, en el patio, entre ellos) y aprenden catalán porque se usa en cada clase.

 

Hay numerosísimos ejemplos de que esto funciona. Mi mujer, sin ir más lejos, es uno perfecto. En su familia se habla español, siempre fue así y así ha seguido siendo. En su barrio, con sus amigos, lo mismo. De no haberlo aprendido de forma integral en el colegio, probablemente no lo hubiera necesitado en su día a día y lo conocería como conoce el inglés, a un nivel muy básico. Ahora, con 24 años, no sólo domina a la perfección ambos idiomas, sino que ha pasado unas oposiciones (para maestra) en las que se pedía un nivel muy alto de catalán. Sus padres subrayan que siempre entendieron la inmersión lingüística como la única forma de que su hija aprendiera a la perfección una lengua que no usaba ni escuchaba en su día a día. Y que ojalá ellos, hijos de la educación tardo-franquista, hubieran tenido esta oportunidad, porque ahora lamentan no ser competentes en catalán.

 

El problema lingüístico

¿Hay un problema lingüístico en Catalunya? No. Quien viva aquí, venga de donde venga, sea de donde sea, hable como hable, verá que no hay ningún problema ni conflicto. Se puede vivir en español y se puede vivir en catalán. Puedes dirigirte a un policía, un médico, un abogado, cualquier tendero… en el idioma que quieras de los dos. Y si la otra persona no sabe (muchos inmigrantes no hablan el catalán, algunos catalanes de mayor edad no dominan el español), siempre te acabas entendiendo de una forma u otra.

 

¿Hay un problema en las escuelas? No. La mayoría de padres castellano-parlantes entienden cómo funciona la inmersión y les parece bien. La mayoría de los padres hace la misma reflexión que los padres de mi mujer: que aprenda en el colegio lo que no podemos enseñarle nosotros.

 

¿Se prohibe el castellano en las escuelas catalanas? No. Hay colegios en los que la lengua que más se escucha en los pasillos es el castellano. En el recreo, con los padres… También hay adaptación para los niños recién llegados que no hablan el catalán.

 

¿Hay demanda de enseñanza con el español como lengua vehicular? No lo parece. Un total de 20 familias han pedido en el último año que a sus niños se les escolarize en español. Unas 5 han seguido adelante (vía judicial) tras la negativa, amparada por la ley, de la Generalitat. No hay escuelas privadas que ofrezcan una escolarización en español. Señal de que no hay mucho mercado. Sí hay, sin embargo, escuelas privadas británicas, americanas y francesas. Por supuesto, un padre que mande a su hijo a una escuela americana no le preocupa que no hable en español con sus maestros, ni teme que vaya a dejar de aprenderlo correctamente.

 

La ley, según convenga

El señor Wert y la señora Rigau (Consellera de Educación de la Generalitat en funciones) empezaron ayer una batalla legal, cada uno con sus armas, con el debate sobre quién manda más de fondo. ¿La Constitución? ¿La interpretación de ésta por parte del Tribunal Constitucional? ¿La Ley de Educación? ¿El Estatut de Catalunya? ¿La normativa de la Conselleria de Educació?

 

En mi opinión, eso da igual. Las leyes están a nuestro servicio, no son mandatos divinos que actúan como un árbitro malo, que azarosamente se desvía hacia un lado u otro. Primero debemos ponernos de acuerdo en qué queremos y luego hacer las leyes para aplicarlo. Si no nos ponemos de acuerdo, sufren los ciudadanos (especialmente los niños), como siempre. Wert ya explicó que quiere «españolizar» los niños catalanes, porque se ve que no lo son suficiente, ya que parece que ser catalán no es ser español.

 

Y aquí está, para mí, el origen del conflicto. España no considera (de forma general, en la calle) el catalán como una riqueza de su cultura, sino como un capricho, una molestia y, en términos actuales, una frikada de cuatro locos independentistas que, a poco que se mosqueen, se quieren pirar. Pero por otro lado, también creo que hay mucha gente que no se siente española y no quiere sentirse española, haciendo exactamente lo mismo: menospreciando algo que forma parte de ellos, les guste o no. Cuando resolvamos esto, este debate dejará de tener sentido.

 

Los derechos individuales y colectivos

«Las personas tienen derechos; los idiomas, no«. Ese es uno de los argumentos de la gente que dice que no hace falta defender el catalán ante nada. Si no se usa, por algo será y, por lo tanto, merece desaparecer. Nunca he escuchado ese argumento de boca de alguien con una lengua materna que no sea mayoritaria.

 

Decía Milan Kundera que alguien que tenga como lengua materna el español nunca podrá ni siquiera concebir lo que supondría que su lengua desapareciera. En consecuencia, no le importaría que desaparecieran otras.

 

El catalán es mi lengua materna. Es la lengua que me enseñaron mis padres, es la lengua con la que pienso, con la que hablo con mi mujer y con la que hablaré a mis hijos. Y, además, es una de las lenguas oficiales de mi territorio. Me parece normal que quiera que siga siendo así.

 

El problema es cuando ese derecho que tengo a expresarme en mi lengua materna choca contra el mismo derecho de alguien que usa otra lengua. Por eso entiendo los argumentos de quienes dicen que quieren que sus hijos puedan hablar en español en el colegio. Entiendo que igual que yo reclamo poder usar mi lengua en todos los ámbitos de mi vida, otro puede hacer lo mismo con la suya. No tiene él la culpa de que el catalán esté en posición de inferioridad respecto al español.

 

Y aquí llegamos a los derechos colectivos. Parece evidente (o debería parecerlo) que una sociedad que domine a la perfección dos lenguas es mejor que una que sólo domine una. Y parece, por lo tanto, evidente que está bien que se haga algún sacrificio (de derechos individuales) para conseguir el objetivo final. El cacareado bien común: objetivo loable pero de precio peligroso.

 

La politización de la lengua

El principal problema del mal llamado conflicto lingüístico es que es un conflicto político. Cuando los partidos políticos se dieron cuenta de que el mensaje sobre la identidad, la lengua, la unidad, la nación, la libertad y todas esas grandes palabras daban réditos electorales, lo convirtieron en su cruzada.

 

A los extremos les conviene la agitación (véase los resultados de ERC y de Ciutadans, extremos opuestos en temas de identidad cultural) para ganar votos. Y, por lo tanto, agitan. Y cuando agitan, llevan a la gente al extremo, porque es un fenómeno que se retroalimenta: ¿Has visto lo que han dicho? ¿Has visto cómo nos odian? ¿Has visto cómo intentan imponer su forma de ver las cosas? ¿Has visto qué poco sensibles con nuestro punto de vista?

 

Y el discurso sirve para los dos bandos. Estamos, de nuevo, en un partido de fútbol. Da igual que tu defensa sea el más cerdo de la competición y tu delantero se tire fingiendo penalty cada dos por tres, siempre encontrarás la forma de justificar que el otro es peor y que, encima, el árbitro le favorece.

 

Ya me cansa en el deporte, pues imagina en la política… La política debería ser el arte (me conformaría con que fuera la industria) de resolver problemas, no de crearlos. Y, por lo menos en este tema, está fracasando estrepitosamente.

 

Mi opinión

Creo que la inmersión lingüística es un buen camino, pero no es un fin. El fin debería ser que cualquiera pudiera usar indistintamente catalán o español en cualquier ámbito y que todo el mundo no sólo dominara ambas lenguas, sino que lo viera como un valor añadido. Que aquellos padres castellanoparlantes que no tuvieran el catalán en su día a día, quisieran que su hijo lo aprendiera. Y que los catalanoparlantes no reivindicaran su lengua por encima de todas las cosas, sino que disfrutaran de un bilingüismo estable y equitativo.

 

¿Soñar? Sí, supongo que sí. En cualquier caso, justifico la inmersión no como una imposición sino como una regularización temporal para conseguir el objetivo que he descrito hace un momento. A mí no me parece mal que en Catalunya se enseñe diferente al resto de España, siempre que no se busque adoctrinar, sino dar herramientas (de entrada, dos idiomas) a los niños para que saquen sus propias conclusiones.

 

Y por último, creo que deberíamos perder los complejos pero también dejar de hablar con las vísceras.  Como dije el otro día en Twitter: el día que comprendamos que dos lenguas (sean las que sean) son mejor que una, empezaremos a ir en el buen camino.

 

Para ilustrarlo, describiré una anécdota muy significativa. Tuve la oportunidad de viajar a Camerún (donde tienen como idiomas oficiales el inglés y el francés, a los que la mayoría añaden su lengua materna tribal) con un agente de jugadores y un representante de un club catalán que querían fichar a un joven y prometedor chaval: Johan Kody.

 

Estuve en la charla con su padre, quien debía dar el permiso para que el club se llevara al jugador por cuatro años (a cambio de algún dinero y la educación deportiva y general incluida). Los representantes del club y el agente estaban preocupados por un tema: el colegio al que iría el chaval tenía el catalán como lengua vehicular, por lo que era posible que el niño aprendiera antes el catalán que el español. Lo plantearon con cierto miedo ante la reacción del padre.

 

El padre se sorprendió. «No entiendo cuál es problema. ¿Queréis decir que aprenderá español y catalán, que es la lengua que se usa mayoritariamente en esa ciudad, al mismo tiempo?». Preocupado, esperaba una explicación; quizás a pesar de ser un hombre culto, experto en leyes, no había entendido el problema. El problema es que no había ninguno.

¿Cómo se crea una sociedad injusta y corrupta?

¿De dónde sale el dinero? Las grandes empresas siempre se defienden de cualquier tropelía legal y moral que cometan diciendo que ellas generan riqueza. Y es cierto, alguien tiene que pagar los sueldos. Para que todos podamos pagar nuestras hipotecas, nuestras teles, nuestras comida… y el mundo capitalista funcione es necesario que el dinero llegue de alguna forma a la gente. Los salarios, pagados normalmente por empresas, son los encargados de eso.

 

Aunque estemos en un sistema capitalista en el que el mercado rige las normas, los Estados siempre han incentivado la actividad empresarial con algunas ventajas para que los grandes capitales decidan meter su dinero aquí y no en el país de al lado. ¿Por el bien común? Por supuesto. Es mejor (para España) que Sony tenga una planta en Murcia que que la tenga en Lisboa. ¿Pero, qué estamos dispuestos a sacrificar para que eso suceda?

 

Y ahí está la clave. Si se generan desigualdades como la única forma de conseguir que una empresa venga, quizás estemos siendo injustos. Quizás nos estamos vendiendo al ceder al chantaje implícito de las empresas. Veamos un caso concreto. Hay más, hay demasiados, los hay en todas partes, pero la noticia es hoy esta:

Resulta que les dejamos saltarse las leyes (se podrá fumar en sus casinos), les eliminamos la competencia (no habrá más licencias durante unos buenos años), les rebajamos los impuestos y les ayudamos más que a nadie.

 

¿Es justo? ¿No hay otra forma de generar empleo en Madrid? Esto me recuerda (ojo, que no acuso a Adelson de mafioso, aunque tiene toda la pinta) a la amnistia fiscal puesta en marcha por el Gobierno: si nos estafaste y te ahorraste el 40%, ahora puedes quedar impune sólo por un 10%. Es decir: tienes premio por haberme engañado y haber estafado a todos los españoles. Tu camino ha sido más provechoso si nos has engañado de lo que lo hubiera sido si lo hubieras hecho bien.

 

El mismo mensaje damos a las pequeñas empresas: si tú creas empleo, será luchando contra la competencia, con menos ayuda y sin saltarte ni una ley. Si fueras grande, entonces ya no. Y esto me lleva irremediablemente a la subida del IVA. Dijo el ministro que si todo el mundo pagara lo que debe, no habría que subir el IVA. ¿Solución? Subir al IVA a los que pagan para que los que no pagan puedan seguir no pagando.

 

¿Qué tienen que ver todos estos casos entre si? Pues que el mensaje que da el Gobierno es pernicioso y perjudicial: si lo haces mal, pero tienes mucho dinero, no te preocupes. Si lo haces bien y tienes mucho dinero, eres tonto. Si lo haces bien y tienes poco dinero, estás jodido. Así se crea una sociedad desigual, injusta y corrupta.

La cultura del esfuerzo

A muchos de nosotros nos han enseñado que esforzarse no sólo es algo bueno, sino que es la única forma de conseguir el éxito. Es más, sólo con el esfuerzo, basta. Y no.

Yo siempre seguí la ley del mínimo esfuerzo, de niño siempre hacía lo necesario para aprobar, para pasar el examen, para conseguir lo que quisiera y ni un esfuerzo más. Mis padres se desesperaban con mi actitud, así como algunos profesores, que siempre me decían: «tú podrías hacer mucho más de lo que haces».

Y tenían razón, pero sus argumentos no eran, en mi opinión, los adecuados. Uno no debe dar su 100% porque sí, ni debe seguir sólo el camino del esfuerzo parando la mano para que le caiga la recompensa. Para tener éxito hacen falta, desde mi punto de vista, dos elementos esenciales:

– Desear un objetivo realista, acorde con tus habilidades.
– Disfrutar intentando conseguirlo.

Como veis, el esfuerzo no forma parte de la ecuación. ¿Se puede tener éxito sin esforzarse lo más mínimo? No lo creo. Pero se puede lograr sin tener la sensación de estar esforzándose. El truco es hacer algo que te gusta para conseguir un objetivo que deseas. Como veis, estudiar para aprobar un examen no cumple, en este caso, ninguna de las dos. Por eso no fui tan buen estudiante como podría haber sido. ¿Quiere decir esto que no creo que uno deba esforzarse en los estudios? Tal y como son ahora, no queda otra, pero deberían ser diferentes, deberían seducirte con la cultura del interés y no la del esfuerzo. Encuentra algo que te interesa y ve a por ello.

Hay que tener claro que el esfuerzo suele ser necesario y, en muchos casos, imprescindible, pero no es un fin en si mismo ni garantiza el éxito. Es sólo un medio para lograr otra cosa. Igual que la inspiración, la constancia o los conocimientos.

¿Qué es triunfar?

Empecemos por recordar que todo es relativo. ¿Deben todos los futbolistas del mundo compararse con Leo Messi? ¿Cómo se mide el éxito en lo que hagas? ¿Qué quiere decir triunfar?

A menudo leo a gente que me dice que triunfar en Youtube ahora mismo es imposible. Valga recordar que lo dicen desde hace años. Quizás lo que sea imposible sea tener el medio millón de suscriptores que tienen ElRubius y Willyrex. O llegar al millón de visitas al mes. O salir en la página principal de Youtube.

La base para valorar el éxito en cualquier aspecto de la vida es definir primero el objetivo. ¿Qué quiero conseguir? ¿Qué necesito para conseguirlo? Con esas dos variantes se puede determinar si has tenido éxito en lo que te has propuesto. Quizás tu objetivo no esté a tu alcance (ser Leo Messi) porque no dispongas de los medios necesarios para lograrlo. A veces se requiere talento, a veces tiempo, a veces constancia, a veces suerte, a veces sentido de la oportunidad, a veces dinero, siempre ilusión. A menudo, todo a la vez.

¿Tener un canal de Youtube con 10.000 suscriptores es triunfar? Hace dos años estaba fuera del alcance de ningún gamer en España. Ahora parece nada y menos. El camino más rápido hacia la frustración es marcarse objetivos inalcanzables o, aún peor, no atender a los requisitos para conseguirlos. No quiero decir que haya que renunciar a las cotas más altas, pero si vas a subir el Everest, ve preparado y siendo consciente de lo que hace falta para llegar, no pretendas que un helicóptero te deje en la cima.