El espejo de los piratas

No hace mucho hablé sobre la cultura de lo gratis. Esta semana, una noticia está inundando las webs de videojuegos con una lección de creatividad y realismo para concienciar justamente de lo mismo a la gente que descarga gratuitamente los juegos.

 

Una pequeñísima empresa de videojuegos llamada Green Heart Games acaba de lanzar un nuevo juego que simula, justamente, las andanzas de una desarrolladora de videojuegos: Game Dev Tycoon.

 

La gracia del asunto es la ocurrente idea que tuvieron sus creadores para combatir la piratería (lo llamaremos así para entendernos, aunque el debate sobre qué es legal, qué ilegal, qué alegal y qué inmoral sería eterno) con su juego y, ya puestos, en general.

 

Al mismo tiempo que lanzaban el juego al mercado, también lanzaron ellos mismos una versión «pirateada» en famosas webs de torrent. El fichero «pirata» era idéntico, pero con una sola excepción, a medida que la empresa crece, tus beneficios se van reduciendo por culpa de la gente que no paga por tus juegos, hasta el inevitable final de la bancarrota. El objetivo, está claro, es plantar la ironía en la cara del jugador que ha obtenido el juego de forma no oficial, situándolo delante de un espejo.

 

Su pequeña empresa de videojuegos ya no gana dinero porque la gente hace lo mismo que ha hecho él en la realidad. No queda otra que cerrar.

 

Me parece una idea increíblemente astuta y brillante. Es una lección en toda regla, que ni siquiera esconden: en su propia web dan las explicaciones pertinentes. No se trata de ser unos avariciosos empresarios saca-cuartos, sino simplemente de concienciar a la gente de que hay cosas que cuestan dinero y si no pagamos por ellas, dejan de existir.

 

El juego cuesta apenas 8 euros, incluye tres versiones para las tres plataformas (Windows, Linux y Mac) y no tiene DMR, de forma que puedes compartir tu descarga con tus amigos, meterla en otros ordenadores, etc… Descartando a la gente que realmente no puede permitirse gastar 8 euros, el resto no tenemos excusa.

 

Yo he descargado muchos juegos, canciones, películas, series… sin pagar por ellas. No soy un taliban del copyright, ni mucho menos, pero sí creo que la piratería debe ser un medio para cambiar un mercado que era insostenible (sobre todo para los consumidores) y no un fin en si mismo. Claro que todos preferiríamos no tener que pagar nunca por estos contenidos, pero eso significaría que la gente que los crea no cobraría nunca y, por lo tanto, dejaría de hacerlos.

 

Así que cuando se me presenta la oportunidad de influir para cambiar algo, lo hago. Y esta me parece una excelente forma de colaborar, de hacer que alguien con imaginación, con creatividad y capaz de traer un juego como este, pueda triunfar y hacer triunfar una broma estupenda. Por eso he pagado gustosamente mis 8 euros y estoy disfrutando del juego como un enano. ¿Y tú, qué opinas?

Mis muertos

Cada día mueren centenares de miles de personas en todo el mundo. No nos preocupamos ni nos entristecemos por cada uno de ellos, porque nos resultaría imposible. Nos preocupamos y nos entristecemos por aquellos que conocemos o por aquellos con los que nos podemos identificar, cuando hay empatía de por medio.

¿Te imaginas asistir a la llegada de una maratón en plena ciudad? ¿O estar corriendo en ella? ¿Te imaginas llevar a tu hijo a ver cómo los esforzados corredores acaban su reto? ¿Te imaginas volar por los aires por vete a saber qué razón de mierda de un pirado? Eso es lo que pasó en Boston: 3 muertos y más de 140 heridos (de momento).

Si fueron terroristas, sin duda consiguieron su objetivo: sembrar el terror y tener una repercusión mundial. Nos ponemos en la piel de las víctimas y nos duele.

¿Te imaginas asistir a la boda de tu primo? ¿Te imaginas estar bailando en el día más feliz para tu familia? ¿Te imaginas que cae una bomba y 30 de tus familiares mueren delante tuyo porque un país está enfadado con el tuyo? Eso es lo que pasó ayer en Afghanistán.

No podemos preocuparnos por todas las muertes del mundo, pero seguramente habremos avanzado algo si conseguimos que más muertos sean nuestros muertos. El mundo actual, más global que nunca, nos pone al alcance las herramientas para poder hacerlo. Sufriremos un poco más, pero quizás con esa actitud evitaremos que los muertos que no son nuestros pasen inadvertidos.

Cambiar

Ya dije hace un tiempo que lo peor que le pueden decir a uno es «¡no cambies nunca!». Cualquier aprendizaje o mejora lleva implícito un cambio, por lo que cambiar es, casi siempre, algo positivo.

 

La rutina, aunque confortable y agradable, mata cualquier iniciativa, impide la mejora, perjudica la adaptación (a otras circunstancias que no sean las mismas que la propia rutina). En tiempos como los que corren, aceptar el cambio, buscarlo y adaptarse cuanto antes es una de las mejores virtudes posibles.

 

Pero no quiero hablar de política ni de filosofía, quiero hablar de mí. Adoro los cambios, me aburro de las cosas tan rápido como intensamente me meto de lleno en ellas. Una vida sin cambios a la vista me parece una cadena perpetua.

 

Por eso nunca he dejado de cambiar. He cambiado mis circunstancias, mi día a día, mis objetivos, mi compañía, mis defectos y hasta mis virtudes. He llegado hasta aquí cambiando. No me da miedo el cambio, sé cuando viene y cuando toca. Y ahora toca.

 

Intento mantener las cosas que valen la pena (o una parte de ellas), pero ir mutando la piel que las envuelve. Desafíos, cambios, inquietudes. O eso o estás muerto.

Botarates

Empezaré poniendo en contexto el tema, para quien no lo conozca. Hace poco se descubrió (por un descuido en un streaming en directo) que un famoso Youtuber usaba un programa que generaba visitas extra a sus vídeos. Según parece (no conozco este programa en concreto ni ninguno parecido), esas visitas existen, pero los vídeos no los ve nadie. Resumiéndolo rápido y mal, sería como contratar al pájaro de los Simpson para que vaya dando F5 a un vídeo en concreto. Las visitas se suman, se pagan, se cobran, pero nadie ve el vídeo.

 

Desconozco la efectividad de este método, desconozco si te suma muchas o pocas visitas, si sale a cuenta, si es ilegal (desde el punto de vista de Youtube) o si se detecta y se corrige. Ese, para mí, no es el tema importante.

 

El tema importante es que eso ha ensuciado, un poco más, la imagen de la cacareada comunidad española de Youtube, los Youtubers famosos, etc. Es una nueva excusa para volver a hablar de lo mismo, de volver a evaluar a los Youtubers y a sus fans y de volver a criticar, que al final parece que es lo que más nos gusta.

 

Voy a intentar resumir mi opinión sobre este tema de la mejor forma que pueda, con concisión y brevedad.

 

– Me parece mal engañar a tus suscriptores y me parece mal engañar a Youtube y a tu network. En general, me parece mal engañar. Me parece mal inflar tus números tanto si es para que la gente tenga una mejor opinión de ti como para ganar más dinero. Está bien querer ganar dinero y querer ganar más, pero que no sea a través del engaño.

 

– Me parece que dice muy poco de ti mismo el usar métodos como estos para tener más. Pero también creo que eso lo vemos cada día en todos los ámbitos de la vida. No debería sorprendernos que también se vea en Youtube.

 

– Me sorprende que cada vez que pasa una cosa de estas, haya muchos que parecen caerse (de nuevo) del árbol: ¡Anda, si lo hacen por dinero! ¡Qué malas personas! Todas (absolutamente todas) las personas que suben vídeos a Youtube prefieren que sus vídeos los vean 10 antes que 5. Quien diga que no probablemente mienta o quiera decir que no haría nada especial para subir de 5 a 10, pero que sin duda le gustaría. Querer que te vea más gente es natural, es lo normal, para eso subimos vídeos, para que los vea la gente. Y ganar dinero con ello no lo cambia, evidentemente.

 

– Me parece mal que porque un Youtuber haya hecho trampas (lo reconoció, por cierto, y pidió disculpas), haya que sospechar de todos. Y me parece aún peor que se acuse sin argumentos ni pruebas; uno pensaría que se acusa más por ganas de que sea verdad que no porque haya evidencias.

 

– Puedes ser un pesimista, un desconfiado o un crítico empedernido, pero para acusar a alguien hacen falta pruebas y sobre todo, sentido común. Circulan algunos vídeos en los que se afirma que para detectar el uso de estos bots de visitas hay que mirar la proporción de visitas y likes/comentarios y la procedencia de las visitas (aparentemente, este bot sólo genera visitas desde dispositivos móviles). Esta afirmación (que no sé si es cierta; debe saberlo quien usa estos bots, supongo) ya vale para poder acusar a cualquiera. Si en un vídeo tienes pocos likes… hmmm bot. Si tienes un vídeo con muchas visitas a móviles* hmmm bot. Todo lo demás, da igual. Otro que usó bot y que merece la hoguera.

 

– Usemos el sentido común. ¿Quién estaría dispuesto a hacer trampas para tener más visitas? ¿Qué cosas no hubiera probado antes para tener más visitas? ¿Cuántas cosas legales se pueden hacer para ganar más visitas? Aviso: muchas. ¿Quién es tan estúpido de hacer una trampa que, aunque pueda rentar, te expone a que te pillen y, quizás, a que te cierren el canal?

 

– En definitiva, me molesta este ambiente de acusación permanente en la que vale un «X usa bots» aleatorio como prueba irrefutable para perder la fe en Youtube. Sed críticos, no os creáis cualquier cosa que os digan (ni vuestro Youtuber favorito ni vuestro primo el del pueblo), pero usad el sentido común y buscad pruebas para acusar a alguien.

 

*Mi vídeo del Canijo con Antoni Daimiel se ha convertido en el más visto del canal en apenas tres semanas. El 80% de las visitas vienen de dispositivos móviles. Tiene un nivel de likes y de comentarios normal… para un vídeo de 100.000 visitas, no para el de un millón. ¿Explicación? ¡OUTCONSUMER USA BOTS! No, evidentemente, no. La explicación es que la portada de Youtube en aplicaciones Andriod lleva enseñando los mismos vídeos (hay uno de Willyrex, otro de ElRubius, otro de Josemicod y alguno que me dejo) desde hace varias semanas. Es decir, cualquier persona que entra a Youtube desde ahí se encuentra con los mismos vídeos día tras día. Es normal que entren y miren, que no les guste y no comenten ni dejen like. Y si esta explicación no convence, vayamos al sentido común: ¿dejando los temas éticos aparte, de verdad creéis que yo sería tan estúpido de usar bots en un vídeo hasta que tuviera el doble de visitas que mi segundo vídeo más visto? Sería poco menos que alardear de haber hecho trampas. Y por último: ¡si me hubiera propuesto hacerlas, las haría en todos mis vídeos, no solo en uno! De perdidos al río.

Nada es gratis

Estamos viviendo un cambio sin precedentes en la percepción del valor de los contenidos audiovisuales. Cuando yo era adolescente, hará unos 20 años, era inimaginable que ningún contenido fuera gratis, aparte de los libros de la biblioteca.

 

Para hacernos una idea de los cambios rapidísimos y radicales que hemos vivido, recordaré el impacto que causó hace unos años la iniciativa de FNAC de dejarte escuchar en sus tiendas los discos que quisieras. Gratis. Para saber si te iba a gustar lo que te comprabas o no. Las reacciones fueron de sorpresa e incluso de incredulidad: ¿Si puedes escuchar gratis el disco, para qué lo vas a comprar? A nadie le parecía normal intentar saber qué estabas comprando (en la época era normal comprar un CD sin haber escuchado más de 2 o 3 de sus canciones en la radio).

 

Ahora, sin embargo, hemos pasado al otro extremo y es habitual que los adolescentes tengan la sensación de que pueden acceder a cualquier contenido audiovisual sin pagar. Bueno, no es una sensación, es que pueden. Para mí, este cambio de mentalidad es alarmante. Ya se ha hablado mucho de los motivos de haber llegado a esta situación y de los culpables, aquellos que han permitido que no exista una alternativa que se perciba como justa al pirateo de contenidos. Pero yo quiero hablar de los otros, de nosotros, de los consumidores.

 

Estoy en contra de los precios abusivos y de las restricciones absurdas en los contenidos (DRM, limitaciones por zona, limitaciones por dispositivos…), pero también estoy en contra del todo gratis. Básicamente porque nada es gratis. Hay modelos de negocio en los que no es el usuario el que paga, pero eso no quiere decir que sean gratis en general. Para explicarlo, usemos el concepto de cadena de valor.

 

Y es que no todo es dinero en este mundo. Debe haber un equilibrio entre lo que doy y lo que recibo para que cualquier negocio o interacción funcione. Si yo compro unos pantalones, recibo algo que me será de utilidad y a cambio doy dinero. Fácil. Si voy a trabajar, estoy ofreciendo mi tiempo y mis conocimientos y a cambio percibo un sueldo. Correcto. Si uso una aplicación gratuita como Facebook o Twitter, estoy ofreciendo un usuario más, exposición a publicidad y mis datos personales, a cambio del uso de una potente herramienta.

 

Funciona igual en Youtube. Yo (el creador del canal) ofrezco mi tiempo y contenidos destinados a entretener. Tú (el espectador) recibes ese contenido y ofreces visitas que redundan en exposición a publicidad y en la confección de un target de potencial influencia. Youtube ofrece una herramienta poderosísima (intenta montar tu red de servidores, players y contratar la conectividad y verás lo que cuesta) y una base de usuarios enorme. Los anunciantes ofrecen su dinero a cambio de insertar publicidad en Youtube. Así pues, Youtube recibe dinero a cambio de su herramienta y yo recibo parte de ese dinero. ¿Es Youtube gratis? No, sólo que no lo pagas tú. Ni yo. Al menos no con dinero.

 

Lo que me preocupa de esta nueva percepción de valor, es que creamos que tenemos derecho a poder consumir cualquier producto audiovisual sin dar nada a cambio. Porque eso desestabiliza la cadena de valor. Hay que ser conscientes de que detrás de la creación de cualquier producto audiovisual (libros, películas, música, series) hay mucho trabajo y, sobre todo, hay cosas que hay que pagar.

 

Vosotros mismos podéis entender que queréis cobrar por vuestro trabajo, sea el que sea, y eso lo tiene que pagar alguien. No, nada es gratis, siempre hay alguien que paga y el hecho de que haya cosas que podamos conseguir de forma gratuita no quiere decir que eso sea lo justo ni lo mejor para todos. Reclamemos precios justos y realistas, pero reclamemos precios, porque todo tiene uno.

Incoherencias

Todos necesitamos pensar que nuestra vida tiene pleno sentido, que lo que pensamos es lo correcto y que cada vez que nos formamos una opinión o que aprendemos algo, esa idea, esa opinión no es sólo correcta, sino que lo será para siempre.

Ser crítico con uno mismo, intentar comprobar a menudo si lo que pensamos y lo que sabemos es correcto, es un trabajo duro, doloroso y cansado. Y tendemos a pensar que innecesario.

Sin embargo, es necesario. Todos tenemos incoherencias; es imposible construir un ideario sin brechas ni contradicciones. Es imposible porque ni nuestro entorno ni nosotros mismos somos iguales ante el paso del tiempo. Evolucionamos porque acumulamos experiencias, porque interaccionamos con el entorno y con otras personas. Por nuestra biología, por nuestra historia.

Cada día eres alguien diferente y, por lo tanto, tus ideas y opiniones deben estar sujetas al cambio. Si piensas lo mismo con 14 años que con 50 es que algo estás haciendo mal, es que no has aprendido nada, es que no abres los ojos. La única forma de mantener tu coherencia interna a ultranza es negar la realidad, es no dejar entrar ni un atisbo de crítica.

Creo que hay que intentar hacer lo contrario. Intento comprobar mis incoherencias de vez en cuando e intento actuar en consecuencia cuando las detecto. Es duro, porque darse cuenta de que estás equivocado, de que has hecho blanco y dicho negro, de que has dado la espalda a la realidad pone en jaque tu propia realidad. Pero vale la pena.

No es que evolucionando mejores. No es mejor el espíritu inconformista y rebelde de los 14 años que el más conformista y quizás cínico de los 50. Ni tampoco peor. Es lo que en ese momento se adapta a tus experiencias y a lo que te rodea. Pero debemos evolucionar para vivir mejor, para tener una mejor relación con el entorno en cada momento.

Recuerdo considerarme una persona solidaria. O por lo menos, a favor de la solidaridad. Pero también recuerdo el día en que me di cuenta de que no daba nada a los que lo necesitaban. Ni dinero ni otro tipo de colaboraciones. Y ante esta contradicción sólo había dos salidas: o actuar en consecuencia a mis ideas (o a la idea que tenía de mí mismo) o adaptar la idea que tenía de mi mismo a la realidad.

Decidí empezar a donar y a colaborar con ONGs que me gusta lo que hacen. Pero dejar de considerarme una persona solidaria hubiera sido igual de adecuado. Se trata de buscar la máxima coherencia posible. O eso creo yo. Por lo menos ahora.

 

La motivación

¿Por qué haces lo que haces? ¿Por qué te levantas cada día? ¿Por qué haces cosas que no quieres? ¿Por qué te esfuerzas en hacer algo que no te gusta? Piénsalo. Hay muchos motivos que nos empujan a hacer las cosas. A veces por obligación, a veces por gusto, a veces por convención social, a veces por conseguir un bien mayor a largo plazo.

Cuando hablamos de motivación, siempre lo vemos como una fuerza invisible, casi mágica, que nos impulsa a hacer cosas maravillosas. Para mí no es más que lo que es: el motivo por el que haces las cosas.

Tenemos la sensación de que elegimos conscientemente qué hacemos y qué no, pero la verdad es que son siempre decisiones irracionales que luego acertamos (o no) a comprender e interpretar de forma racional. Haces algo cuando te compensa hacerlo, cuando no tienes alternativa o cuando la alternativa es peor. Sin más.

Por eso cuando me preguntan a menudo qué opino de que tal o cual persona haya dejado de hacer lo que hacía (Youtube, principalmente, pero también pasaba en el deporte amateur y en muchos otros ámbitos) siempre digo lo mismo. Si lo ha dejado es que no le compensa (o tiene mejores alternativas). Y si es así, adelante con ello.

Uno debería aspirar a hacer siempre cosas por gusto (porque disfruta del proceso y/o de sus consecuencias) y para conseguir un bien mayor a largo plazo. Sería ideal no tener que hacer nada por obligación o por no tener mejores alternativas, pero no es así. Más vale asumir que hacemos o dejamos de hacer por un invisible equilibrio de pros y contras y que, con suerte, siempre se decantará hacia la mejor opción.

Así que, si se acaba tu motivación (o si cambia, mejor dicho), bien por ti. Busca otra cosa que te compense y sigue adelante hacia otro lugar.

El escritor del futuro

Quizás nunca como antes los avances tecnológicos modifican las estructuras de negocio de forma tan vertiginosa como ahora. Lo que hace 20 años era puntero, ahora está desfasado. Lo que inventan hoy, dominará en 1 año y estará obsoleto en 5. La literatura, obviamente, no es ajena a ello.

La proliferación de nuevos aparatos electrónicos destinados a leer libros y la facilidad con la que pueden crearse, copiarse y distribuirse los contenidos literarios digitales, hace que el modelo tradicional de literatura se desmorone. Algunos escritores, como Quim Monzó o Lucía Extebarría, entre muchos otros, ya se han mostrado pesimistas respecto a la situación y casi dan por perdida la opción de vivir de escribir.

Sin duda, el modelo actual está muerto. Aún genera ingresos, aún se puede hacer algún negocio, aún se estira al máximo (inflando los precios de las versiones digitales de los libros hasta el ridículo), pero la realidad es que está muerto.

¿Qué nos depara el futuro? ¿Morirá la literatura? Por supuesto que no. Me atrevo a decir (sin ningún dato en la mano) que nunca antes en la historia se ha escrito tanto, se ha compartido (en el sentido de distribuir, de hacer llegar más rápido a más gente) tanto ni se ha leído tanto como ahora.

Bien, vale, mini punto por la alfabetización de la gente pero la pregunta es la misma de siempre: ¿quién paga por ello? La respuesta, también como siempre es: nosotros. Pero la variación esencial es a quién le pagamos.

Hasta hace bien poco, los escritores publicaban sus libros a través de las editoriales, que eran quienes avalaban y gestionaban todo el proceso de producción y distribución. Un montón de intermediarios (editor, impresor, publicistas varios, distribuidores, puntos de venta…) se quedaban parte de los ingresos de la venta de cada libro. Una parte pequeña de ese dinero (a veces un porcentaje, a veces un fijo) iba al escritor.

Se entiende que poner en la calle un libro era un proceso complejo y que se requería la mayor parte de estas intermediaciones. La perversión del sistema llegaba, en mi opinión, cuando la calidad del libro pasaba a un segundo plano y la principal prioridad del proceso eran vender mucho para que todas las partes se llevaran lo suyo. Se pagaban adelantos a los escritores (tu anterior novela fue un éxito, así que la siguiente también: toma tu dinero para ir escribiendo tranquilo). Y luego, se acababa vendiendo fuera como fuera. A veces por calidad, a veces por puro marketing.

El resultado lo sabemos todos: 25 euros por libro. Por suerte, eso murió.

Desde hace un tiempo, los nuevos escritores (o los escritores que no tienen la suerte o el talento para ser super ventas a través de una editorial) han buscado (y encontrado) nuevas fórmulas. El primero que me llamó la atención es John Locke y su millón de ebooks vendidos.

El tipo ha sabido llegar a lo más alto por sus propios medios (también usando excelentemente el marketing, no hay que engañarse), vendiendo más de un millón de copias de sus libros a un precio irrisorio (alrededor de 1 euro). Descontado el porcentaje que se lleva Amazon por ofrecerle la mayor plataforma de distribución online del mundo, el tipo ronda el millón de euros de ingresos. Ahí es nada.

Yo le di un euro y me leí uno de sus libros. No era bueno. Literatura barata, nunca mejor dicho, pero eficaz, directa, de la que engancha. Él mismo afirma que los escribe en apenas un par de semanas. Pim, pam, pum. La gente paga poco por un producto mediocre, pero que satisface sus necesidades y sabe que buena parte del dinero va directamente a los bolsillos del responsable de eso.

Por supuesto, hay ejemplos mejores. Hace no mucho descubrí a Juan Gómez-Jurado. No se trata de un autor íntegramente digital, pero sí alguien con la mentalidad para convertirse en el perfecto ejemplo del escritor del futuro.

Me fijé en él por una interesante iniciativa. Muy activo en Twitter, recibió una mención de un seguidor, que le preguntó si podía pasarle un enlace para descarga directa (y pirata) de su último libro. En lugar de enfadarse o sentirse insultado, el escritor reaccionó con un experimento.

Creó esta web, en la que ofrece totalmente gratis, sin sistema de protección ni nada, sus tres libros anteriores (El Emblema del Traidor es un gran libro, lo recomiendo vivamente. Los anteriores aún no he tenido oportunidad de leerlos). Ahí están, puedes descargarlos gratis. También añadió un botón para donar la cantidad que quieras (sugiere 1,50 €, que es lo que cuestan en Amazon).

Los resultados fueron sorprendentes: si no recuerdo mal, rozó las 10.000 descargas en apenas una semana y más del 20% de la gente decidió pagar por los libros. Algunos de entrada, otros con la promesa de hacerlo si, al terminar el libro, les había gustado. Sorprendentemente (aunque cada vez menos), la gente pagó de media más de 1,5 €, cuando no tenían ninguna obligación de hacerlo.

La valoración fue que ganó 10.000 lectores y alrededor de 3.000 euros (según unas improvisadas cuentas de la abuela). ¿Fue una locura o un acierto? Para mí, un acierto insuperable.

Además de esta iniciativa, otro punto a favor de Gómez-Jurado es su constante atención a los seguidores, a los lectores, usando las redes sociales para lo que son: comunicarse. Por muy bueno que sea (que lo es, su última novela La leyenda del ladrón me parece una maravilla), sigue siendo una persona que hace cosas, una persona normal. Y cuanto más se comporte como tal, mejor percibido será por la gente, que suelen ser también personas normales. Y siempre apetece más darle el dinero que puedas o quieras a alguien que te ha hecho pasar un buen rato antes que a una empresa que vete-a-saber-tú.

Gómez-Jurado es un excelente escritor y periodista que, sin duda, ha contado con los medios y la ayuda de grandes editoriales. Una cosa no quita la otra. Pero es evidente que cualquiera, cualquiera, tú mismo, puede convertirse en un escritor de éxito y ganarse la vida con ello. Sólo se necesita un ordenador (auto-editar un libro es algo sorprendentemente fácil), conexión a internet, una cuenta en Amazon… y saber escribir, claro.

Pongo un último ejemplo. Para mí es algo polémico, pero también muy representativo. Yael, conocida en Internet como Acapulco70, ha llevado el experimento más allá. Está escribiendo tres libros, que vende directamente en su blog por 10 euros (caro, la verdad…). No sólo los edita ella y los vende sin intermediarios (más allá de la comisión de la pasarela de pago), sino que puedes hacer una pre-compra del libro y ella se compromete a irte mandando los capítulos a medida que los va escribiendo.

A mí eso me interesa 0, pero entiendo que verse involucrado en el proceso creativo de alguien que te gusta como escribe debe ser un añadido. Ella asegura que ha vendido 40.000 copias digitales de sus libros (sí, son 400.000 euros por libros que no ha acabado); yo lo dudo profundamente, no me salen los números, pero podría ser. Y aunque fuera menos, es un negocio cojonudo. Contacto directo con tus lectores, las tecnologías a nuestro servicio.

Ese es el futuro de la literatura. ¿Todo gratis? No, hay que pagar, pero hay que pagar un precio razonable para tener una experiencia que sea mejor que la de piratear el libro y que nadie vea ni un duro por ello. Porque, aceptémoslo, esa es la alternativa.

No somos Finlandia, pero podemos dejar de ser España

El pasado domingo, Salvados nos deslumbró con un reportaje sobre la educación en España usando una cruel comparación con el sistema educativo de Finlandia. Cruel porque la distancia entre ambos sistemas es vergonzosa y dolorosamente enorme y cruel porque es una comparación injusta.

 

No somos Finlandia y no podemos serlo. Sus particularidades geográficas, climatológicas y culturales les permiten tener este sistema educativo que, sin duda, envidiamos. Como suele suceder durante la emisión de Salvados, Twitter ardió de comentarios de todo tipo.

 

Unos ponían de manifiesto las diferencias, otros apuntaban que no se podía comparar y otros, los más patrios, defendían que sí, que vale, pero que nosotros tenemos sol. Y es cierto. Tenemos otras ventajas: somos muy abiertos, somos creativos, somos mordaces, somos ingeniosos, somos comunicativos.

 

Nuestra realidad geográfica, climatológica y social nos aporta ventajas y desventajas. Nunca seremos Finlandia igual que nunca seremos Islandia ni Singapur ni podremos competir en productividad con China. Y mejor que sea así, porque cada país tiene también sus desventajas. Seguro que habrá algún Salvados por ahí que destaque las virtudes de vivir en España (y no hablando de fútbol, precisamente).

 

Sin embargo, que lo cortés no nos quite lo valiente. Sí, tenemos ventajas. No, compararnos con Finlandia no es justo. Pero que eso no aparte nuestra vista de todo lo que hacemos mal, no por el sol, sino porque no nos da la gana hacerlo bien. Nuestro sistema educativo es un desastre y lo es, principalmente, por intereses políticos. El precio a pagar por no tener una buena educación es muy alto; está muy bien ser extrovertido, pero si no te has formado adecuadamente, te toca ser camarero. En Madrid o en Berlín.

 

¿Qué queremos ser? Esa debería ser la pregunta. Y yo quiero andar en dirección a Finlandia, aunque sepa que es una línea en el horizonte que nunca alcanzaré. Pero por lo menos andar en la dirección correcta, no quedarnos sentados a la sombra diciendo «Pues sí que hace buen día» y dando como excusa que por mucho que andemos, nunca estaremos mejor que en esa esquina tomando una cerveza. Porque no es verdad.

Ganadores del sorteo

Una vez hechos los sorteos pertinentes, estos son los ganadores del sorteo:

 

  • Adrián Juárez – Libro «Ordesa, las montañas de Celia»
  • Carlos Loscertales – CD de Incursed
  • Pablo Barrero – CD de Incursed
  • Ekaitz Etxeberría – CD de Incursed

 

Las dos entradas para el concierto de Incursed para el día 8 de febrero en Bilbao siguen en pie. El primero que las solicite por Twitter se las lleva.

 

Muchas gracias a todos por la participación. Me pondré en contacto con los ganadores hoy mismo para los detalles del envío y la entrega.