Reflexiones de un (probable) nazi

Mike Godwin sabía muy bien lo que decía cuando formuló (medio en serio, medio en broma) su famosa teoría. A medida que una discusión online avanza, cada vez es más probable que alguien acabe mencionando a los nazis. Y su corolario es que quien menciona a los nazis, pierde inmediatamente la discusión.

¿Por qué? Pues porque los nazis son un absoluto, un último recurso. Como la violencia, en una muy precisa comparación. Los nazis son un arma perfecta, son absolutamente malos, sin discusiones ni matices, y además unos perdedores. Nadie (o casi nadie) los defiende en serio.

Por eso, cualquier comparación con los nazis debería estar prohibida, porque no aporta ningún matiz ni se sostiene; ellos fueron el mal absoluto, sin matices (o así se percibe en nuestro imaginario). Por eso, también, cualquier comparación con los nazis es siempre malintencionada, siempre busca una descalificación absoluta, siempre te debería hacer perder la discusión.

Es muy probable que tú, quien está leyendo este artículo, hayas sido etiquetado como nazi en alguna ocasión. Yo, desde luego, lo he sido; varias veces y por motivos muy diversos.

Esta reflexión nace a raíz (aunque no sólo) de la editorial en la que Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, compara a los chicos que acudieron a la Vía Catalana con esos ilusionados jóvenes alemanes que creían a pies juntillas las consignas de los líderes nazis. Una vez juntadas las imágenes (la niña con la cara pintada con una estelada y el joven nazi en un cabaret), se adentra en argumentar su opinión.

Y tiene razón. Tiene razón en que la construcción de una idea de nación es algo esencialmente perverso y antiguo. Y peligroso. Tiene razón en que los niños piensan lo que les digas que deben pensar y que la construcción de una idea nacional suele ser excluyente. Lleva razón en que se necesita cierto adoctrinamiento y cierto borreguismo para creerte que tu país, ese trozo de tierra en el que naciste por accidente, es mejor que el resto (o diferente, siquiera) y que tú y los tuyos sois, de la misma forma, superiores.

Lo que no dice Pedro J. Ramírez y lo que hace intolerable el editorial, es que esas pautas se han visto en la construcción de cualquier sentimiento nacional en cualquier parte del mundo. ¿No vemos acaso lo mismo en la mirada de los niños norteamericanos? Encontraremos ejemplos de derechas, de izquierdas, en dictaduras y democracias. No hace falta ni que hablemos del franquismo…

La construcción nacional conlleva eso y yo seré el primero que lo critique. En el nombre de la libertad (especialmente la colectiva) se han cometido auténticas atrocidades. No seré yo quien sostenga que defender tu país, como un ente, sea algo bueno. Pero sí que critico elegir a los nazis para la comparación, ya que no es justo. No lo es porque, en el fondo, lo que estás diciendo es que estos niños catalanes, cualquier persona que se sienta catalán y quiera a su país (whatever that is), estaría encantado de gasear a unos cuantos judíos.

No, claro, en el artículo ya dice que no se puede comparar… sin embargo, lo compara. De todos los ejemplos de la historia mundial en la que ha habido un proceso como el que vivimos en Cataluña, el señor Ramírez se queda con los nazis. ¿Por azar? No. ¿Porque tiene más similitudes que con el resto? Tampoco. ¿Por qué, entonces? Pues porque es una forma (él cree que) sutil de demonizar algo que no le gusta.

Esto, desde luego, no es nuevo. Lo hemos visto muchas veces. El partido nazi era socialista (o parecido), apoyaba la nacionalización de los bienes, buscó reforzar la identidad a través de la lengua y la raza, era mucho más social de lo que la gente piensa. Hitler era, sin ir más lejos, vegetariano. Pero estaremos de acuerdo en que no sería lo más adecuado llamar nazi a todos los socialistas, a todos aquellos que quieren nacionalizar bienes, a todos aquellos que refuerzan una identidad, una raza, buscan soluciones sociales… o son vegetarianos.

No hay que olvidar la Historia, desde luego, pero quizás estaría bien que dejáramos de mentar a los nazis durante unas décadas. Quizás, así, podríamos discutir en paz.

¿Por qué hacer trampas? | De doping y bots

Desde muy pequeño he sido un gran amante del deporte. Me gusta su equilibrio entre dedicación, esfuerzo, sufrimiento y pura diversión. Uno puede dejarse la vida en una cancha, pero a la vez es sólo un partido. Todo y nada al mismo tiempo. Lo más importante del mundo como puro entretenimiento.

Siempre me ha atraído la épica, esos momentos únicos, irrepetibles, esas cosas que sólo unos pocos elegidos pueden conseguir. Siempre he tenido tendencia a endiosar a los deportistas, a dejarme enamorar por sus hazañas porque ellos y sólo ellos eran capaces de alcanzar la excelencia.

Por eso cada caso de doping del que tengo memoria me ha dolido. Cada vez que se ha descubierto que alguien a quien yo admiraba o simplemente alguien que consiguió competir y ganar había hecho trampas, se me rompía un poco el corazón.

Siendo ya más mayor me planteaba a los motivos que podían llevar a alguien a hacer trampas. Porque el doping es trampa, está fuera de las leyes pero además es engañar a tus rivales, tener una ventaja que ellos no tienen. Y, por extensión, engañar al público.

Entonces, ¿por qué alguien iba a doparse? ¿Por qué alguien iba a arriesgar su carrera por ese segundo extra? ¿No se sentían mal? ¿No les costaba mentir a sus rivales, a sus seguidores, a la prensa, a las autoridades? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que se dopa? ¿Qué sentido tiene competir contra ti y tus adversarios… pero de forma deshonesta?

La máxima expresión de todas estas ideas se plasmó en mi fascinación por el ciclista Lance Armstrong. Desde pequeño me ha gustado el ciclismo y nunca había visto un dominio tan apabullante, un control tan brutal de la carrera como el de Armstrong. Además, su actitud, desafiante, su inacabable confianza en si mismo, sus deseos de ganar. Disfruté mucho con él  porque encarnaba todo lo que me seduce del deporte: en igualdad de condiciones, ante los mejores del mundo, triunfó.

Pero claro, no era en igualdad de condiciones. Durante años lo defendí ante las sospechas de doping porque nunca dio positivo y a mí eso me valía. Nunca me pude imaginar que durante tantos años alguien hubiera podido estar dopándose. Y mintiendo. Y forrándose. Todo basado en una mentira. No me entraba en la cabeza.

Y este verano, por fin, lo entendí. Me leí el libro del ex ciclista Tyler Hamilton titulado Ganar a cualquier precio (en el original The Secret Race) en el que explica de forma muy detallada y  sensata todo el proceso que le llevó a doparse (a él, a todo su equipo, a su líder Lance Armstrong… y al 80% del pelotón del Tour de Francia).

Os recomiendo ese libro si os interesa el tema. Ahí se responden de forma muy clara y sencilla las preguntas que yo siempre me he hecho. ¿Por qué se dopa la gente?

1. Porque renta. El doping con EPO (a veces combinado con autotransfusiones) en el ciclismo proporciona entre un 3 y un 5% de incremento en el rendimiento de un profesional. El Tour de Francia se gana por un 0,5% (como máximo) sobre el segundo.

2. Porque no te pillan. En esa época la persecución del doping no era eficaz (por varios motivos muy interesantes que se detallan en el libro), lo que hacía casi imposible que te pillaran si eras inteligente. Si te pillaban era porque te despistabas, te confiabas o eras idiota.

3. Porque todos lo hacen. Y este punto merece más explicación.

3a. Si todos se dopan y tú no, no es que ellos compitan con ventaja, sino que tú compites en desventaja. Visto desde este punto de vista, doparse no es hacer trampas, sino que simplemente es competir en igualdad de condiciones con el resto* (o ese, al menos, era el pensamiento lógico del pelotón en ese momento).

3b. El equipo de Hamilton simplemente no podía competir sin doparse. Empezaron a hacerlo porque eran incapaces de disputar ni una sola victoria. Estaban a otro nivel (por debajo). Para muchos ciclistas en ese momento la duda era: o me dopo o me retiro.

Y algunos se retiraron. Es decir, todo esto no son excusas. El que se dopa hace trampas y lo sabe. Pero dados los anteriores puntos (especialmente el 3a), muchos ciclistas estaban convencidos de no estar haciendo nada mal. Incluso muchos de ellos pasaron una prueba del polígrafo, porque para ellos doparse era hacer justicia respecto al resto, no engañar a nadie.

Todo esto me ayudó a entender por qué hay deportes con un índice muy alto de doping y por qué en otros apenas se da. La clave son los puntos 1 y 2. Si el doping no te da ventaja competitiva suficiente o si te cazan demasiado a menudo, simplemente no se dopan.

Con esta reflexión quiero intentar explicar que el doping no siempre es una decisión moral estricta, una decisión que separa a los buenos de los malos. Los matices, en este caso, son importantísimos.

Y por si quedaba alguna duda, leer el libro me destrozó. Me di cuenta de que buena parte de mi adolescencia fue una farsa y una mentira. Y lo que no sabemos. Porque sí, ahora sospecho mucho más. Cuando veo algo que unos resultados que no encajan digo lo mismo que Lance Armstrong cuando veía que OTRO ciclista se dopaba mucho más o demasiado bien: «Not normal». Ahora, cuando veo algo que no es normal, sospecho. Para mí, esa es la peor consecuencia, que pierdas la fe y la confianza en aquellas personas a las que admiras.

Y esto me lleva a relacionar este tema con los bots (sobre los que ya hablé aquí) en Youtube. Sobre este tema se me plantean las mismas preguntas: ¿por qué alguien iba a usar bots? ¿Por qué alguien iba a arriesgar su canal por esas visitillas extra? ¿No se sienten mal? ¿No les cuesta mentir a otros Youtubers, a sus seguidores, a Youtube, a su network? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que usa bots? ¿Qué sentido tiene subir vídeos… pero de forma deshonesta?

Aunque hay algunos matices entre ambos casos (Youtube no es una competición, se gana dinero por cada visita, no sólo ganas si superas a otros), creo que la reflexión es también aplicable a este fenómeno.

Confieso que no sé nada de bots, no sé cómo funcionan, no sé qué rendimiento te pueden dar, no sé lo fiables que son estos programas ni tengo muy claro cuáles son las repercusiones que puede tener su uso (de cara a tu network y al propio Youtube). Nunca he hablado de esto con ningún Youtuber, nunca nadie me ha ofrecido usarlo ni me ha comentado lo bien que va, de lo que deduzco (comparándolo con el ciclismo) que no debe ser un chollo demasiado grande.

Lo que me gustaría saber sobre los bots es si realmente renta (más visitas es más dinero y eso le interesa a cualquiera que necesite el dinero o simplemente quiera más) y si es fácil que te pillen o que tenga consecuencias. Las respuestas a esas dos preguntas nos ayudarían a saber si debe haber muchos Youtubers por ahí usando esas herramientas o no.

Por último, me gustaría incidir de nuevo en el tema de las acusaciones. Que algo sea «not normal» no quiere decir que sea trampa. Hay casos y casos. Del mismo modo que yo, cuando no sabía nada de doping en el ciclismo, me creía los resultados de los tests, cambié de opinión cuando supe más (es decir, cuando leí el libro). Antes de acusar siempre es mejor saber de qué se habla e ir un poco más allá del manido «si el río suena, agua lleva».

Por el momento, mientras no me informe (procuraré no dejar ningún rastro en mis Marcadores) no me veré capacitado para opinar sobre si alguien usa o no usa bots. Y mucho menos, darlo por hecho.

 

*El doping no afecta por igual a todos los ciclistas. Hay algunos, como Hamilton, por ejemplo, que sacaba mayor rendimiento del EPO por motivos fisiológicos que se relatan muy claramente en el libro. Así que un pelotón en el que todos se dopan no es, de hecho, competir en igualdad de condiciones.

Mi récord Guinness

Youtube organizó entre el 4 y el 10 de agosto la primera edición de la «Geek Week«, una semana llena de actividades alrededor del concepto «Geek», lo que nosotros llamamos friki. El jueves (día 9) estuvo dedicado a los gamers, esos locos de los videojuegos entre los que, parece, me encuentro.

Una de las actividades programadas consistía en el intento de batir tres Récord Guinness relacionados con los videojuegos en la sede londinense de Youtube. Lo organizaba el canal GWROMG (canal oficial de los Récord Guinness en Youtube), con quien tengo buena relación al compartir empresa de partner (Base79) y haber colaborado en dos vídeos (uno de la serie Re-Record y otro de la serie On the Road).

Por ello fui invitado junto a otros cuatro Youtubers (los ingleses KSI, Ali-A y Callux, y el español ElRubius) para intentar batir en directo, durante un streaming abierto a todo el mundo, tres récords en tres juegos distintos: Gran Turismo 5, Call of Duty Black Ops 2 y FIFA 13. En este vídeo puedes ver toda la emisión del evento.

Nos explicaron en qué consistían exactamente los récords la noche anterior y no tuvimos tiempo de practicar hasta un par de horas antes del evento. No se trataba de récords establecidos por otra persona, sino que sería la primera vez que alguien lo intentaba de forma oficial. Por ello, los expertos de Guinness World Records fijaron unos tiempos y condiciones suficientemente difíciles para que se pudiera considerar un récord legítimo si lo superábamos. Más allá de ese tiempo no se nos otorgaría el diploma.

Sortearon las parejas y a mí me tocó intentar el récord de Gran Turismo (una vuelta a Laguna Seca en menos de 2 minutos compartiendo el mando con otra persona, uno acelera y frena y el otro conduce) con ElRubius. No salió la cosa muy bien. Luego Ali-A me eligió para ser su pareja y estuvimos cerca, pero al final la fastidiamos.

En el reto de Black Ops 2 (capturar una bandera en el mapa Overflown sin enemigos en menos de 1:30 minutos con los ojos tapados y recibiendo las instrucciones de voz de un compañero) me tocó otra vez con Ali-A, quien diseñó el sistema de órdenes lo más sencillo posible para no liarnos. Salió mejor que en ningún ensayo anterior y lo logramos en 1 minuto clavado.

Junto a Ali-A, con nuestro flamante diploma.

Las otras dos parejas lo hicieron peor, de forma que conseguimos el récord de forma oficial. Me dieron un certificado provisional para las fotos, pero no me lo pude llevar a casa. El oficial y definitivo me lo mandarán a casa en los próximos días.

En definitiva, fue una muy buena experiencia. Soy consciente de que es un récord relativamente fácil de batir. Cualquiera que lo entrene un poquito ya podría con él, pero la ilusión de haberlo conseguido no me la quitará nadie.

 

¿Terrorista o estrella de rock?

Un vídeo mío inspira un asesinato a sangre fría

Un chaval de 19 años mató a sangre fría a su padre al que odiaba, junto a su mejor amigo (¿novio?) para cobrar la herencia de 50 millones de euros. Esa es la esencia de la noticia.

¿Qué es lo más noticiable de esto según los medios? ¿Que alguien pueda matar a sangre fría a su padre? ¿Que alguien mate por dinero? ¿Que alguien que lo tiene todo quiera más? ¿Que ambos se ensañaran con la víctima? ¿Que hubiera una relación homosexual latente e implícita? ¿Que la familia estuviera totalmente desestructurada? ¿Que el padre intentara comprar el amor de su hijo? ¿Que el padre humillara al hijo siempre que podía? ¿Que el padre hubiera cambiado su testamento para dejar los 50 millones únicamente al hijo que le mató, apenas dos semanas antes del crimen?

No, lo más destacado para los medios es que una de las armas que usó el chaval (un palo con clavos) para matar a su padre es igual que una (de las más de 50) que salen en uno de sus videojuegos favoritos: Dead Rising 2. Como lo oyen. Ah, y que los dos amiguitos se conocieron jugando a Call of Duty.

Sí, la sombra de los videojuegos violentos ataca de nuevo. Y para ilustrar la noticia eligen un vídeo mío de Dead Rising 2. Sin ánimo de obligar a nadie a nada, echadle un vistazo al vídeo, por favor. El ridículo de todo el asunto se ve acrecentado justo cuando empiezo a atropellar a zombis con un triciclo. Sí, la culpa es de los videojuegos.

Lo mejor de ser Youtuber

Fue pura casualidad. Estaba con mi mujer y mi hijo en el hospital visitando al pediatra cuando me crucé con un chaval. Me reconoció y me pidió una foto. Por Twitter, luego, me explicó que estaba ingresado en un centro de día y que le encantaría que fuera a visitarle a él y a otros compañeros que también me conocían.

 

Me puse en contacto con los médicos y me reuní con ellos. Les expliqué lo que hacía y por qué ese chaval me conocía. Me dijeron que algunos otros también me conocían y que quizás sería una buena oportunidad para montar una charla, aprovechando la influencia que yo podía tener sobre ellos.

 

No daré más detalles ni del centro ni de los problemas que tienen estos chicos, porque realmente no cambia la esencia de la historia, pero diremos que son adolescentes vulnerables. Acordamos enfocar la charla hacia Internet, sus partes buenas… y sus partes malas. Desde mi posición y experiencia, quizás podría reforzar el mensaje que les han dado otras personas en charlas similares, como la del policía experto en seguridad en la red hace algunas semanas.

 

Y eso hice, preparé una pequeña charla de 20 minutos sobre quién soy, qué es lo bueno de tener un canal de Youtube, de ser relativamente famoso, de ganar dinero, etc. Pero sobre todo, acerca de qué hay detrás de todo eso: los estudios y la preparación (en mi caso, Periodismo y una trayectoria en radio, televisión, escritura, edición…), las horas, la presión (casi siempre autoimpuesta), la dificultad de compaginar esto con el resto de mi vida y en general los inconvenientes y peligros de una exposición pública.

 

Eran unos 10 o 12. Algunos que ya habían sido dados de alta, como el chico que me reconoció la primera vez, acudieron porque no se lo querían perder. Otros no sabían quién era yo, pero sí conocían al Rubius (para presentarme usé el vídeo de Just Dance en el E3). Escucharon atentos todo el rato, definitivamente Youtube es un tema que les interesa.

 

Tras algunos consejos muy básicos sobre seguridad en la red (que me temo que servirán poco, como sirven poco para muchos adolescentes que no ven los riesgos), pasamos a las preguntas. Para mi sorpresa, todos ellos conocían a algún Youtuber. Todos tenían su favorito, todos me preguntaban si conocía a tal o cual. Se les iluminaban los ojos al plantear: «¿puedes saludar a Bolli de mi parte?», por ejemplo.

 

Youtube es una parte muy importante de su vida. Les pregunté qué veían ahí y las respuestas fueron muy variadas: gameplays para pasar el rato, humor para reírse, música para disfrutarla, videoblogs para escuchar opiniones interesantes e incluso tutoriales para aprender. Es curioso, si tenemos en cuenta que en el centro tienen prohibido el acceso a Internet. Sin embargo, algunos tienen ahí a sus referentes. Sí, más que en su casa o entre sus amigos. Son chicos vulnerables, pero son chicos más normales de lo que parece.

 

Nos reímos con uno que me preguntó por Auronplay. La monitora pidió un poco de contexto (para los monitores este es aún un mundo por descubrir) y el chico explicó con una sonrisa en los labios que Auron critica a todos y no deja títere con cabeza. Yo le pregunté si le gustaba eso y él me dijo que sí. Le pregunté cómo se sentiría si le criticara a él. Censuraré su respuesta, una clara (e hilarante) apología de la violencia.

 

El ambiente fue distendido, parecían disfrutar de verdad. Nos alargamos casi una hora y al final creo que el mensaje cuajó. Todo tiene su parte buena y todo está a tu alcance, pero nunca es fácil y siempre hay un precio que pagar.

 

Me fui con un regalo suyo entre las manos: una libreta hecha por ellos que me servirá para apuntar ideas para vídeos y comentarios. Eso y muchas fotos. Algunos tenían muchas ganas de conocerme, otros estaban sorprendidos de que viviera en su misma ciudad y algunos simplemente querían una foto con alguien famoso.

 

No me considero alguien especial, no considero que pueda dar lecciones de nada a nadie, pero sí debo decir que me sentí muy bien haciendo esto. Tuve la sensación de que puede servir para algo, de que mi ejemplo o mis palabras pueden tener un efecto positivo sobre alguien que tiene problemas. Me sentí útil, sentí que ayudé.

 

Aún sabiendo que nuestra (mi) influencia sobre la gente que me ve es limitada y que, como digo, no soy apóstol ni estandarte de nada, está bien saber que tenemos esa influencia. Quizás más de la que pensamos. No nos volvamos predicadores, pero sí seamos conscientes de que hay mucha gente mirándonos. Mucha gente que nos escucha y que nos cree. Mucha gente que ve en nosotros lo que somos: gente normal, como ellos. Y que por eso nos siguen.

 

Para mí, esto es lo mejor de ser Youtuber. Poder tener un impacto (en mi caso positivo o al menos eso es lo que busco) en la vida de otras personas. Y tener oportunidades como esta, de ayudar, sin recibir nada a cambio más allá de la satisfacción de hacerlo, simplemente usando el poder que te dan muchos seguidores. Somos gente normal con muchos ojos y orejas pendientes. ¿Con tanta gente esperando que digamos algo, mejor decir algo bueno, no?

 

 

Una vida plena

Vaya por delante que este artículo no busca la polémica, aunque soy consciente de que es posible que la genere. En mis recurrentes debates con personas creyentes, religiosas o simplemente espirituales, uno de los argumentos que esgrimen contra mí es que mi vida es vacía porque no creo en algo superior.

 

La plenitud, me dicen, sólo se consigue amando (o creyendo en, o reconociendo) que tenemos algo superior, que nuestra vida tiene un sentido. Más allá de mi respeto por las creencias de cada uno, este argumento me molesta profundamente. Se puede ser feliz, plenamente feliz, sin creer en nada más que en lo que somos, lo que vemos, lo que sentimos.

 

Tengo esta convicción porque yo me siento así, plenamente feliz. Sin embargo, hoy me he sorprendido en el otro lado del argumento. Estaba viendo un reportaje sobre parejas que deciden no tener hijos y pensaba: ¿cómo alguien puede considerar su vida plena sin hijos?

 

Sí, he caído en el mismo error. Primero, juzgar las decisiones vitales de otra persona. Después, dar por sentado que lo que me llena a mí es lo que debe llenar a otros y por último, dar lecciones sobre felicidad y plenitud.

 

Para otra vez ya lo sé. Sé feliz como te salga de los huevos. O del alma. Pero que nadie te diga cómo debes ser feliz.

ElRubius vs. José Mota

A raíz de este artículo publicado hace días en La Vanguardia y especialmente a raíz de una de las frases que en él se escriben («En pocos sitios en el mundo le pagan a uno por hacer el idiota, pero en YouTube es posible ganar un sueldo considerable en determinadas circunstancias haciendo exactamente eso.«), se me antojó una comparación que aún no he conseguido negar.

¿Qué diferencia a ElRubius (lo cito a él porque lo cita el artículo y porque me parece el más claro exponente de lo que hablamos aquí) de José Mota (ex miembro de Cruz y Raya)?

Y paso a esgrimir (y rebatir) los argumentos que he leído y escuchado siempre que he planteado la misma pregunta:

1.- Es que José Mota es gracioso y ElRubius, no.

  • Bueno, el humor es algo muy subjetivo. A mí Mota nunca me ha hecho la más mínima gracia, pero hay mucha gente que se parte con él. Debatir sobre quién o qué es más gracioso es perder el tiempo. No sirve como argumento.

2.- Pero él sale en la TV, es más famoso.

  • Habría que ver las audiencias del programa de Mota, pero creo que puede estar contento si llega a 20 millones de audiencia en un mes. Sí, sé que comparar la TV y Youtube no es del todo justo ni adecuado, no es lo mismo una reproducción de un vídeo que una persona viendo un programa, pero mi punto es que las magnitudes son muy similares.

3.- Su humor y sus sketches están más currados.

  • Hombre, si por currado entendemos que tiene decorados y actores profesionales, entonces sí. También habría que comparar presupuestos… Más mérito para ElRubius en la comparación. «Hacer el idiota», como escribe Francesc Bracero en La Vanguardia, es lo que hacen todos los humoristas y cómicos del mundo. Sobre todo si lo que hacen no te da risa.

4.- Ya, pero su humor es muy simple y estúpido. Y sólo sigue modas.

  • Basta ver el anuncio del nuevo programa de Mota, con un Harlem Shake, una parodia del Gangnam Style y el enésimo uso del trilladísimo «ahora vas y…» para ver que en esto del humor, más refinado no quiere decir más exitoso.

5.- Al Rubius sólo lo ven críos de 14 años, que son los que miran Youtube.

  • Si tener una audiencia fragmentada es algo malo, creo que a Mota también lo podemos criticar. Sin duda, el Youtuber que mejor conecte con los jóvenes tendrá ventaja, puesto que ese sector de la sociedad consume mucho más Youtube que el resto.

6.- Pero José Mota trabaja más; ElRubius sólo sube vídeos.

  • Desconozco las horas que dedica ElRubius a su actividad, pero sabiendo un poco de lo que hablo, dudo que sean menos de 4 al día. También dudo bastante que José Mota trabaje todos los días de la semana.

7.- ElRubius gana demasiado para lo que hace.

  • ¿Alguien sabe cuánto dinero debe TVE? Miles de millones. Así, tal cual. ¿Y sabéis cómo gastan más dinero del que ingresan? Pues básicamente sobrepagando sueldos millonarios a sus estrellas. José Mota fue, sin duda, una de ellas. Desconozco cuánto cobraba Mota en TVE (ahora está en Telecinco), pero lo que sí sé es que seguro que cobró más en la pública. Ese dinero, el que le dieron a Mota, ese dinero es tuyo (o de tus padres). Ese sueldo lo pagamos entre todos. El dinero que ingresa ElRubius, sin embargo, lo pagan los anunciantes que quieren salir en vídeos de Youtube. ¿Quién cobra demasiado para lo que hace?

8.- José Mota tiene una amplia trayectoria profesional detrás, mientras que ElRubius es sólo un chaval.

  • ¿Y es eso malo? ¿Acaso no es mejor un panorama nacional del entretenimiento en el que CUALQUIERA con una cámara y acceso a Internet pueda triunfar en Youtube? ¿Acaso preferimos un sistema en el que tengas que ir dependiendo de agentes, cadenas, productores y un largo etcétera de intermediarios para que el talento salga a relucir?

Si se te ocurre alguna diferencia más entre ambos, te agradecería que la compartieras en los comentarios, para ver si también se puede refutar o no. Me gustaría que un día La Vanguardia publicara un artículo titulado «De profesión, cómico», con una foto de José Mota y frases tan espléndidas como en este. Mi intención no es criticar el artículo (que tiene tela…) sino simplemente hacer reflexionar sobre la realidad de Youtube y lo que ya, a día de hoy, es.

Nuevas Camisetas de Outconsumer: más y mejor

¡Tengo nueva tienda de camisetas!

 

Como sabéis, hace ya bastante tiempo que tenía una tienda para comprar camisetas con diseños exclusivos relacionados con mi canal. Ahora he decidido mover la tienda a otra web, con la gente de LaTostadora.

 

Los motivos y ventajas de este movimiento son claros:

– Mejores diseños.

– Más opciones de personalización (tú eliges el color de la camiseta, no yo).

– Mejores condiciones de pago (ahora se puede pagar contrarrembolso, por ejemplo).

– Envío gratis a partir de tres artículos.

– Precios similares, el mismo margen de beneficio (1€) para mí.

– Nuevos diseños cada mes.

 

Échale un ojo a la tienda, a ver si hay algo que te guste. El objetivo sigue siendo el mismo de siempre, que quien quiera pueda lucir una camiseta de algo que le gusta. Igual que hago con los vídeos, estas son las camisetas que me gustaría llevar (de hecho, ya las llevo) y que me gustaría tener.

Cualquier sugerencia y comentario será bien recibido. ¡Muchas gracias!

Miénteme

¿Es bueno engañar a tu público? Pues depende. No debemos olvidar que el entretenimiento es mentira, el arte es mentira. La magia es mentira. El humor es mentira. La literatura, el cine, la televisión, la radio, la música… todo es mentira.

Pero es una mentira tácita. En eso se basa, una mentira que nos transporta a otra realidad, una realidad que nos entretiene, que nos divierte, que nos emociona, pero que es inofensiva, ya que no es verdad. La mentira es el túnel que nos permite escapar de nuestra realidad para ir a otra que nos alivie, nos emocione, nos haga reflexionar, nos asuste, nos excite… pero sólo por un rato.

Sabemos que el mago tiene trucos, sabemos que en las películas hay efectos especiales, sabemos que los músicos repiten y repiten hasta que queda como ellos quieren. Lo sabemos, pero nos creemos la mentira, porque es una mentira tácita, implícita, aceptada por las partes.

El problema surge cuando usamos otras mentiras, que sólo sabe uno de los bandos. Mentir a tu público es saltarse el acuerdo tácito entre las partes y dar por reales cosas que no lo son. Es la fina línea que separa el arte de la estafa, valiéndose de la predisposición del público, violando la confianza mutua.

Esa mentira es intolerable, porque convierte en malo todo lo bueno que tiene la relación con tu público. Siempre con la verdad por delante y la magia por detrás.