Mike Godwin sabía muy bien lo que decía cuando formuló (medio en serio, medio en broma) su famosa teoría. A medida que una discusión online avanza, cada vez es más probable que alguien acabe mencionando a los nazis. Y su corolario es que quien menciona a los nazis, pierde inmediatamente la discusión.
¿Por qué? Pues porque los nazis son un absoluto, un último recurso. Como la violencia, en una muy precisa comparación. Los nazis son un arma perfecta, son absolutamente malos, sin discusiones ni matices, y además unos perdedores. Nadie (o casi nadie) los defiende en serio.
Por eso, cualquier comparación con los nazis debería estar prohibida, porque no aporta ningún matiz ni se sostiene; ellos fueron el mal absoluto, sin matices (o así se percibe en nuestro imaginario). Por eso, también, cualquier comparación con los nazis es siempre malintencionada, siempre busca una descalificación absoluta, siempre te debería hacer perder la discusión.
Es muy probable que tú, quien está leyendo este artículo, hayas sido etiquetado como nazi en alguna ocasión. Yo, desde luego, lo he sido; varias veces y por motivos muy diversos.
Esta reflexión nace a raíz (aunque no sólo) de la editorial en la que Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, compara a los chicos que acudieron a la Vía Catalana con esos ilusionados jóvenes alemanes que creían a pies juntillas las consignas de los líderes nazis. Una vez juntadas las imágenes (la niña con la cara pintada con una estelada y el joven nazi en un cabaret), se adentra en argumentar su opinión.
Y tiene razón. Tiene razón en que la construcción de una idea de nación es algo esencialmente perverso y antiguo. Y peligroso. Tiene razón en que los niños piensan lo que les digas que deben pensar y que la construcción de una idea nacional suele ser excluyente. Lleva razón en que se necesita cierto adoctrinamiento y cierto borreguismo para creerte que tu país, ese trozo de tierra en el que naciste por accidente, es mejor que el resto (o diferente, siquiera) y que tú y los tuyos sois, de la misma forma, superiores.
Lo que no dice Pedro J. Ramírez y lo que hace intolerable el editorial, es que esas pautas se han visto en la construcción de cualquier sentimiento nacional en cualquier parte del mundo. ¿No vemos acaso lo mismo en la mirada de los niños norteamericanos? Encontraremos ejemplos de derechas, de izquierdas, en dictaduras y democracias. No hace falta ni que hablemos del franquismo…
La construcción nacional conlleva eso y yo seré el primero que lo critique. En el nombre de la libertad (especialmente la colectiva) se han cometido auténticas atrocidades. No seré yo quien sostenga que defender tu país, como un ente, sea algo bueno. Pero sí que critico elegir a los nazis para la comparación, ya que no es justo. No lo es porque, en el fondo, lo que estás diciendo es que estos niños catalanes, cualquier persona que se sienta catalán y quiera a su país (whatever that is), estaría encantado de gasear a unos cuantos judíos.
No, claro, en el artículo ya dice que no se puede comparar… sin embargo, lo compara. De todos los ejemplos de la historia mundial en la que ha habido un proceso como el que vivimos en Cataluña, el señor Ramírez se queda con los nazis. ¿Por azar? No. ¿Porque tiene más similitudes que con el resto? Tampoco. ¿Por qué, entonces? Pues porque es una forma (él cree que) sutil de demonizar algo que no le gusta.
Esto, desde luego, no es nuevo. Lo hemos visto muchas veces. El partido nazi era socialista (o parecido), apoyaba la nacionalización de los bienes, buscó reforzar la identidad a través de la lengua y la raza, era mucho más social de lo que la gente piensa. Hitler era, sin ir más lejos, vegetariano. Pero estaremos de acuerdo en que no sería lo más adecuado llamar nazi a todos los socialistas, a todos aquellos que quieren nacionalizar bienes, a todos aquellos que refuerzan una identidad, una raza, buscan soluciones sociales… o son vegetarianos.
No hay que olvidar la Historia, desde luego, pero quizás estaría bien que dejáramos de mentar a los nazis durante unas décadas. Quizás, así, podríamos discutir en paz.