Desde muy pequeño he sido un gran amante del deporte. Me gusta su equilibrio entre dedicación, esfuerzo, sufrimiento y pura diversión. Uno puede dejarse la vida en una cancha, pero a la vez es sólo un partido. Todo y nada al mismo tiempo. Lo más importante del mundo como puro entretenimiento.
Siempre me ha atraído la épica, esos momentos únicos, irrepetibles, esas cosas que sólo unos pocos elegidos pueden conseguir. Siempre he tenido tendencia a endiosar a los deportistas, a dejarme enamorar por sus hazañas porque ellos y sólo ellos eran capaces de alcanzar la excelencia.
Por eso cada caso de doping del que tengo memoria me ha dolido. Cada vez que se ha descubierto que alguien a quien yo admiraba o simplemente alguien que consiguió competir y ganar había hecho trampas, se me rompía un poco el corazón.
Siendo ya más mayor me planteaba a los motivos que podían llevar a alguien a hacer trampas. Porque el doping es trampa, está fuera de las leyes pero además es engañar a tus rivales, tener una ventaja que ellos no tienen. Y, por extensión, engañar al público.
Entonces, ¿por qué alguien iba a doparse? ¿Por qué alguien iba a arriesgar su carrera por ese segundo extra? ¿No se sentían mal? ¿No les costaba mentir a sus rivales, a sus seguidores, a la prensa, a las autoridades? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que se dopa? ¿Qué sentido tiene competir contra ti y tus adversarios… pero de forma deshonesta?
La máxima expresión de todas estas ideas se plasmó en mi fascinación por el ciclista Lance Armstrong. Desde pequeño me ha gustado el ciclismo y nunca había visto un dominio tan apabullante, un control tan brutal de la carrera como el de Armstrong. Además, su actitud, desafiante, su inacabable confianza en si mismo, sus deseos de ganar. Disfruté mucho con él porque encarnaba todo lo que me seduce del deporte: en igualdad de condiciones, ante los mejores del mundo, triunfó.
Pero claro, no era en igualdad de condiciones. Durante años lo defendí ante las sospechas de doping porque nunca dio positivo y a mí eso me valía. Nunca me pude imaginar que durante tantos años alguien hubiera podido estar dopándose. Y mintiendo. Y forrándose. Todo basado en una mentira. No me entraba en la cabeza.
Y este verano, por fin, lo entendí. Me leí el libro del ex ciclista Tyler Hamilton titulado Ganar a cualquier precio (en el original The Secret Race) en el que explica de forma muy detallada y sensata todo el proceso que le llevó a doparse (a él, a todo su equipo, a su líder Lance Armstrong… y al 80% del pelotón del Tour de Francia).
Os recomiendo ese libro si os interesa el tema. Ahí se responden de forma muy clara y sencilla las preguntas que yo siempre me he hecho. ¿Por qué se dopa la gente?
1. Porque renta. El doping con EPO (a veces combinado con autotransfusiones) en el ciclismo proporciona entre un 3 y un 5% de incremento en el rendimiento de un profesional. El Tour de Francia se gana por un 0,5% (como máximo) sobre el segundo.
2. Porque no te pillan. En esa época la persecución del doping no era eficaz (por varios motivos muy interesantes que se detallan en el libro), lo que hacía casi imposible que te pillaran si eras inteligente. Si te pillaban era porque te despistabas, te confiabas o eras idiota.
3. Porque todos lo hacen. Y este punto merece más explicación.
3a. Si todos se dopan y tú no, no es que ellos compitan con ventaja, sino que tú compites en desventaja. Visto desde este punto de vista, doparse no es hacer trampas, sino que simplemente es competir en igualdad de condiciones con el resto* (o ese, al menos, era el pensamiento lógico del pelotón en ese momento).
3b. El equipo de Hamilton simplemente no podía competir sin doparse. Empezaron a hacerlo porque eran incapaces de disputar ni una sola victoria. Estaban a otro nivel (por debajo). Para muchos ciclistas en ese momento la duda era: o me dopo o me retiro.
Y algunos se retiraron. Es decir, todo esto no son excusas. El que se dopa hace trampas y lo sabe. Pero dados los anteriores puntos (especialmente el 3a), muchos ciclistas estaban convencidos de no estar haciendo nada mal. Incluso muchos de ellos pasaron una prueba del polígrafo, porque para ellos doparse era hacer justicia respecto al resto, no engañar a nadie.
Todo esto me ayudó a entender por qué hay deportes con un índice muy alto de doping y por qué en otros apenas se da. La clave son los puntos 1 y 2. Si el doping no te da ventaja competitiva suficiente o si te cazan demasiado a menudo, simplemente no se dopan.
Con esta reflexión quiero intentar explicar que el doping no siempre es una decisión moral estricta, una decisión que separa a los buenos de los malos. Los matices, en este caso, son importantísimos.
Y por si quedaba alguna duda, leer el libro me destrozó. Me di cuenta de que buena parte de mi adolescencia fue una farsa y una mentira. Y lo que no sabemos. Porque sí, ahora sospecho mucho más. Cuando veo algo que unos resultados que no encajan digo lo mismo que Lance Armstrong cuando veía que OTRO ciclista se dopaba mucho más o demasiado bien: «Not normal». Ahora, cuando veo algo que no es normal, sospecho. Para mí, esa es la peor consecuencia, que pierdas la fe y la confianza en aquellas personas a las que admiras.
Y esto me lleva a relacionar este tema con los bots (sobre los que ya hablé aquí) en Youtube. Sobre este tema se me plantean las mismas preguntas: ¿por qué alguien iba a usar bots? ¿Por qué alguien iba a arriesgar su canal por esas visitillas extra? ¿No se sienten mal? ¿No les cuesta mentir a otros Youtubers, a sus seguidores, a Youtube, a su network? ¿Qué pasa por la cabeza de alguien que usa bots? ¿Qué sentido tiene subir vídeos… pero de forma deshonesta?
Aunque hay algunos matices entre ambos casos (Youtube no es una competición, se gana dinero por cada visita, no sólo ganas si superas a otros), creo que la reflexión es también aplicable a este fenómeno.
Confieso que no sé nada de bots, no sé cómo funcionan, no sé qué rendimiento te pueden dar, no sé lo fiables que son estos programas ni tengo muy claro cuáles son las repercusiones que puede tener su uso (de cara a tu network y al propio Youtube). Nunca he hablado de esto con ningún Youtuber, nunca nadie me ha ofrecido usarlo ni me ha comentado lo bien que va, de lo que deduzco (comparándolo con el ciclismo) que no debe ser un chollo demasiado grande.
Lo que me gustaría saber sobre los bots es si realmente renta (más visitas es más dinero y eso le interesa a cualquiera que necesite el dinero o simplemente quiera más) y si es fácil que te pillen o que tenga consecuencias. Las respuestas a esas dos preguntas nos ayudarían a saber si debe haber muchos Youtubers por ahí usando esas herramientas o no.
Por último, me gustaría incidir de nuevo en el tema de las acusaciones. Que algo sea «not normal» no quiere decir que sea trampa. Hay casos y casos. Del mismo modo que yo, cuando no sabía nada de doping en el ciclismo, me creía los resultados de los tests, cambié de opinión cuando supe más (es decir, cuando leí el libro). Antes de acusar siempre es mejor saber de qué se habla e ir un poco más allá del manido «si el río suena, agua lleva».
Por el momento, mientras no me informe (procuraré no dejar ningún rastro en mis Marcadores) no me veré capacitado para opinar sobre si alguien usa o no usa bots. Y mucho menos, darlo por hecho.
*El doping no afecta por igual a todos los ciclistas. Hay algunos, como Hamilton, por ejemplo, que sacaba mayor rendimiento del EPO por motivos fisiológicos que se relatan muy claramente en el libro. Así que un pelotón en el que todos se dopan no es, de hecho, competir en igualdad de condiciones.